Desde tiempos ancestrales, la humanidad percibió el poder del sonido. En el mundo contemporáneo, esa antigua creencia es avalada por la investigación científica en torno a los infrasonidos. Esta experimentación nos conduce al terreno del mundo subatómico. Es así que Russ George presidente de la empresa E-Quest Technology, "está convencido de que han conseguido dar con una nueva forma de obtener reacciones atómicas a partir de la acción del sonido. 'La primera reacción -explica- la observamos en 1989, pero trabajamos en secreto durante unos cuatro años, hasta que finalmente hicimos públicos los resultados. Habíamos obtenido los isótopos característicos de una fusión nuclear, pero sin radiación atómica'. La llave para lograr este milagro se encuentra en un fenómeno conocido: la cavitación. Se trata de la formación de burbujas en un líquido, que puede producirse por la acción de ondas sonoras que originan cambios en la presión del mismo. Esta empresa llevaba años estudiando dicho fenómeno, que concentra en el interior de las burbujas presiones y temperaturas altísimas que pueden provocar reacciones químicas y un fenómeno de producción de luz, no muy bien conocido, llamado sonoluminiscencia" (1).
Russ George y su equipo bombardearon con ultrasonidos recipientes de agua pesada. Los ultrasonidos eran de entre 20 y un millón de herzios (Hz). Luego de esto, se descubrió que la concentración de helio en el entorno se incrementó entre 10 y 1.000 veces respecto de lo normal. El helio concentrado evidenciaba un volumen de isótopos típico de una fusión nuclear.
La fisión nuclear es la que genera la energía de las estrellas, entre ellas nuestro sol. Este proceso necesita de poderosísimas temperaturas. La dinámica de la fusión desde la estimulación sonora reproduce en cierta forma la modalidad nuclear antes aludida dado que " según Russ George y su equipo, la fusión nuclear que han observado se produce cuando las microburbujas creadas por la acción de los ultrasonidos se colapsan. En ese momento, la energía que contenían se concentra en un volumen muy pequeño, alcanzándose temperaturas de entre 6.000 y un millón de grados. Esas microburbujas en colapso actuarían como microaceleradores de partículas, que inyectan deuterones y otros iones en el enrejado de los sólidos, como el paladio, que se encuentra sumergido en agua pesada"(2).
SILBATOS DE INFRASONIDOS
Bajo condiciones especiales, el sonido puede despertar entonces la energía atómica latente en la materia. Los infrasonidos también pueden ser una forma de manifestación de las potencialidades de lo sonoro. Un ejemplo: "Vladimir Gavreau, jefe de los laboratorios de Electroacústica y Automatización del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de Francia pudo experimentar muy de cerca las energía del sonido. Para él todo comenzó por casualidad en 1964, cuando lo que parecía un espíritu burlón se apoderó de su laboratorio. Las mesas temblaban, los frascos se agitaban y en el líquido que se encontraba en los vasos aparecían unas curiosas ondulaciones. Por si esto fuese poco, los investigadores que se encontraban trabajando notaban en su cabeza un inexplicable malestar, especialmente doloroso en los oídos, donde sentían periodicas compresiones.
"Era un enigma que había comenzado repentinamente y que sólo afectaba a ese laboratorio. Después de muchos estudios, y tras descartar que se tratase de un fantasma, descubrieron que todo era debido al mal funcionamiento de un ventilador que se encontraba a unos veinte metros del laboratorio y que emitía sonidos de muy baja frecuencia.
"¿Cómo era posible que infrasonidos inaudibles pudiesen concentrarse en una habitación sin afectar al resto del edificio? Para descubrir el misterio Gavreau construyó lo que denomino cañones sónicos, una especie de enormes silbatos capaces de producir sonidos de diversas frecuencias, tanto audibles como no. En buena parte se basó en los trabajos de otro investigador francés, el profesor R. Levavasseur, que después de realizar diversos experimentos había tenido un accidente con sus silbatos gigantes que le dejo incapacitado. El primer cañón sónico emitía un sonido perfectamente audible, de 196 Hz, y provocó en los experimentadores un intenso malestar orgánico, como si sus vísceras estuvieran vibrando. Un segundo ingenio emitió a 37 Hz, dando lugar a la vibración y aparición de grietas en las paredes del laboratorio mientras que la frecuencia del tercero fue de 7 Hz, la misma que el ventilador defectuoso, originando que toda la habitación vibrase de forma alarmante, sin que se detectase nada en las estancias contiguas. Un extraño fenómeno que, según comprobaron, se debía a que ese laboratorio tenía las medidas idóneas para entrar en resonancia con esa determinada frecuencia sonora. Según estos experimentos, tal vez para conseguir derribar las murallas de Jericó sólo habría que encontrar la frecuencia sonora que entrase en resonancia con el tamano de la construcción. Después de todo, era cuestión de hacer el suficiente ruido"(3).
DOMINANDO EL ETER
En el siglo XlX, John Worrell Keely, inventor norteamericano, elaboró un sorprendente experimento que le permitió extraer energía de un supuesto vacío y provocar la levitación de objetos. Estos aparentemente imposibles prodigios fueron realizados ante multitud de testigos. Worrell Keely se granjeó el apelativo de domador del éter. Según él, la clave para generar sus extraños logros es el sonido concentrado en el éter.
En 1896, Worrell Keely realizó uno de sus experimentos ante el Departamento de Guerra de Estados Unidos. Presentó un aparato circular, de dos metro de diámetro, con una fila de un centenar de barras vibratorias correspondientes a diversas escalas diatónicas. Según los presentes, el objeto se elevó durante varios segundos. La levitación de los objetos se entronca con antiguos relatos que aseguran que sonidos mágicos pueden levantar pesadas piedras. En 1939, el Dr. Jarl, profesor sueco, aseguró haber presenciado el momento en que, mediante el sonido de tambores y trompas, monjes tibetanos elevaron grandes bloques de piedras. Este acto prodigioso del Oriente coincide con la experimentación sonora de J. Worrell Keely quien estimaba que notas musicales de frecuencias muy precisas liberadas por cuerdas de piano o diapasones eran la vía para desencadenar energías sutiles aún hoy no comprendidas.
Dentro de los sonidos de baja frecuencia, late un misterio que es próximo, cotidiano: ya que "de hecho estamos rodeados por sonidos de bajas frecuencias, pero normalmente sus efectos están enmascarados y difuminados por otros que sí nos resultan audibles. Por eso ya hay quien ha ideado dispositivos de absorción selectiva del sonido, capaces de eliminar ciertas frecuencias, dejando pasar otras. Los efectos sobre el atrevido experimentador son de lo más extraño: los oídos parecen que van a explotar, la habitación en la que se encuentra da la impresión que se encoge, aparece una sensación de debilidad y desfallecimiento, e incluso se presenta una extraña sensación que ha sido descrita como el sonido que harían unos cojines invisibles que se depositasen junto a la cabeza.
"Y es que los nuevos descubrimientos sobre las facultades que encierran las ondas sonoras están acercando cada día más a los científicos al saber de los antiguos magos" (4).
(Todas las citas pertenecen a El poder oculto del sonido, artículo de Miguel Seguí publicado en Revista Más allá de la ciencia, nº 129, noviembre 1999).
www.temakel.com/artvsonoropodersonido.htm
Russ George y su equipo bombardearon con ultrasonidos recipientes de agua pesada. Los ultrasonidos eran de entre 20 y un millón de herzios (Hz). Luego de esto, se descubrió que la concentración de helio en el entorno se incrementó entre 10 y 1.000 veces respecto de lo normal. El helio concentrado evidenciaba un volumen de isótopos típico de una fusión nuclear.
La fisión nuclear es la que genera la energía de las estrellas, entre ellas nuestro sol. Este proceso necesita de poderosísimas temperaturas. La dinámica de la fusión desde la estimulación sonora reproduce en cierta forma la modalidad nuclear antes aludida dado que " según Russ George y su equipo, la fusión nuclear que han observado se produce cuando las microburbujas creadas por la acción de los ultrasonidos se colapsan. En ese momento, la energía que contenían se concentra en un volumen muy pequeño, alcanzándose temperaturas de entre 6.000 y un millón de grados. Esas microburbujas en colapso actuarían como microaceleradores de partículas, que inyectan deuterones y otros iones en el enrejado de los sólidos, como el paladio, que se encuentra sumergido en agua pesada"(2).
SILBATOS DE INFRASONIDOS
Bajo condiciones especiales, el sonido puede despertar entonces la energía atómica latente en la materia. Los infrasonidos también pueden ser una forma de manifestación de las potencialidades de lo sonoro. Un ejemplo: "Vladimir Gavreau, jefe de los laboratorios de Electroacústica y Automatización del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de Francia pudo experimentar muy de cerca las energía del sonido. Para él todo comenzó por casualidad en 1964, cuando lo que parecía un espíritu burlón se apoderó de su laboratorio. Las mesas temblaban, los frascos se agitaban y en el líquido que se encontraba en los vasos aparecían unas curiosas ondulaciones. Por si esto fuese poco, los investigadores que se encontraban trabajando notaban en su cabeza un inexplicable malestar, especialmente doloroso en los oídos, donde sentían periodicas compresiones.
"Era un enigma que había comenzado repentinamente y que sólo afectaba a ese laboratorio. Después de muchos estudios, y tras descartar que se tratase de un fantasma, descubrieron que todo era debido al mal funcionamiento de un ventilador que se encontraba a unos veinte metros del laboratorio y que emitía sonidos de muy baja frecuencia.
"¿Cómo era posible que infrasonidos inaudibles pudiesen concentrarse en una habitación sin afectar al resto del edificio? Para descubrir el misterio Gavreau construyó lo que denomino cañones sónicos, una especie de enormes silbatos capaces de producir sonidos de diversas frecuencias, tanto audibles como no. En buena parte se basó en los trabajos de otro investigador francés, el profesor R. Levavasseur, que después de realizar diversos experimentos había tenido un accidente con sus silbatos gigantes que le dejo incapacitado. El primer cañón sónico emitía un sonido perfectamente audible, de 196 Hz, y provocó en los experimentadores un intenso malestar orgánico, como si sus vísceras estuvieran vibrando. Un segundo ingenio emitió a 37 Hz, dando lugar a la vibración y aparición de grietas en las paredes del laboratorio mientras que la frecuencia del tercero fue de 7 Hz, la misma que el ventilador defectuoso, originando que toda la habitación vibrase de forma alarmante, sin que se detectase nada en las estancias contiguas. Un extraño fenómeno que, según comprobaron, se debía a que ese laboratorio tenía las medidas idóneas para entrar en resonancia con esa determinada frecuencia sonora. Según estos experimentos, tal vez para conseguir derribar las murallas de Jericó sólo habría que encontrar la frecuencia sonora que entrase en resonancia con el tamano de la construcción. Después de todo, era cuestión de hacer el suficiente ruido"(3).
DOMINANDO EL ETER
En el siglo XlX, John Worrell Keely, inventor norteamericano, elaboró un sorprendente experimento que le permitió extraer energía de un supuesto vacío y provocar la levitación de objetos. Estos aparentemente imposibles prodigios fueron realizados ante multitud de testigos. Worrell Keely se granjeó el apelativo de domador del éter. Según él, la clave para generar sus extraños logros es el sonido concentrado en el éter.
En 1896, Worrell Keely realizó uno de sus experimentos ante el Departamento de Guerra de Estados Unidos. Presentó un aparato circular, de dos metro de diámetro, con una fila de un centenar de barras vibratorias correspondientes a diversas escalas diatónicas. Según los presentes, el objeto se elevó durante varios segundos. La levitación de los objetos se entronca con antiguos relatos que aseguran que sonidos mágicos pueden levantar pesadas piedras. En 1939, el Dr. Jarl, profesor sueco, aseguró haber presenciado el momento en que, mediante el sonido de tambores y trompas, monjes tibetanos elevaron grandes bloques de piedras. Este acto prodigioso del Oriente coincide con la experimentación sonora de J. Worrell Keely quien estimaba que notas musicales de frecuencias muy precisas liberadas por cuerdas de piano o diapasones eran la vía para desencadenar energías sutiles aún hoy no comprendidas.
Dentro de los sonidos de baja frecuencia, late un misterio que es próximo, cotidiano: ya que "de hecho estamos rodeados por sonidos de bajas frecuencias, pero normalmente sus efectos están enmascarados y difuminados por otros que sí nos resultan audibles. Por eso ya hay quien ha ideado dispositivos de absorción selectiva del sonido, capaces de eliminar ciertas frecuencias, dejando pasar otras. Los efectos sobre el atrevido experimentador son de lo más extraño: los oídos parecen que van a explotar, la habitación en la que se encuentra da la impresión que se encoge, aparece una sensación de debilidad y desfallecimiento, e incluso se presenta una extraña sensación que ha sido descrita como el sonido que harían unos cojines invisibles que se depositasen junto a la cabeza.
"Y es que los nuevos descubrimientos sobre las facultades que encierran las ondas sonoras están acercando cada día más a los científicos al saber de los antiguos magos" (4).
(Todas las citas pertenecen a El poder oculto del sonido, artículo de Miguel Seguí publicado en Revista Más allá de la ciencia, nº 129, noviembre 1999).
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