25 abril 2006

Diana Deutscher - entrevista

Eduard Punset:

Hace más de 2.000 años el filósofo griego Pitágoras estaba caminando por la calle y escuchó un sonido que salía del taller de un herrero y le encantó ese sonido ¿Sabemos lo que hace que un sonido sea bueno?

Diana Deutscher:

Bueno, Pitágoras llegó a la conclusión de que los sonidos que sonaban bien eran aquellos cuyos componentes estaban relacionados con longitudes de cuerda que tenían una proporción numérica muy simple, como 2 por 1. Y desde entonces la gente se pregunta por qué nos gustan los llamados sonidos consonantes más que los sonidos disonantes, donde las proporciones son más complejas.

Eduard Punset:

Diana, en uno de tus ensayos leí que existen ilusiones acústicas, de la misma forma que existen ilusiones ópticas. Y vamos a hablar de esta otra paradoja: la paradoja de Tritón. Está relacionada no con el espacio, sino con el lenguaje de la música y sobre la forma en que la percibimos. Tú sugieres que no todo el mundo tiene la misma percepción musical.

Diana Deutscher:

Exactamente, y creo que puedo demostrar esto tocando varios ejemplos de la paradoja de Tritón y preguntando a la gente si suben o bajan unos modelos muy simples. De hecho, déjame que toque el primero y luego le preguntamos a los espectadores.

Eduard Punset:

Para mi claramente baja.

Diana Deutscher:

Para mí claramente sube.

Eduard Punset:

Ya veo, y no puedes estar equivocada ya que eres la mayor experta mundial sobre la física de la música, por tanto tengo que ser yo el que se equivoca.

Diana Deutscher:

Bueno, la mayoría de californianos oyen este modelo como tú. Sin embargo, yo soy del sur de Inglaterra y la mayoría de gente de allí está de acuerdo conmigo. Vamos a ver el siguiente ejemplo:
Este es diferente ¿Sube o baja? Para mí definitivamente baja.


Eduard Punset:

Sube.


Diana Deutscher:

Parece que estamos oyendo lo contrario.

Eduard Punset:

¿Por qué pasa eso?

Diana Deutscher:

Parece demostrar que la manera en que se oye este modelo en particular está relacionada con los sonidos del habla a los que has estado expuesto sobre todo en la niñez. De manera que las personas que crecen en diferentes áreas geográficas oyen un modelo, pero unos son muy distintos de los otros. Por ejemplo, las personas del sur de Inglaterra no están de acuerdo con la gente de California. Desde que demostré esto, Magdalene Chalikia ha llevado a cabo una comparación entre personas de Grecia y de Texas con resultados completamente opuestos. También estudió a personas de Minnesota y de Suecia; y otros estudios han demostrado otras relaciones geográficas diferentes. Otro estudio interesante es hacer que alguien hable por un micrófono durante 5 minutos y grabar la locución. Entonces se toman muestras de los distintos tonos de la voz, muchos ejemplos, y se analizan los valores en los que hay mayor incidencia de tonos; y parece ser que esta gama de tonos está relacionada estadísticamente con la manera en que se percibe la paradoja de Tritón, de una forma muy pronunciada. De manera que, por ejemplo, cuando alguien ha emitido un juicio de valor sobre la paradoja de Tritón, yo puedo apostar sobre cuál será su gama de tonos, y de la misma manera si escucho una locución puedo decir como responderán a la paradoja de Tritón.

Eduard Punset:

Diana, si oigo bien, no todo el mundo tiene una percepción musical idéntica cuando las notas tienen un espaciado diferente.

Diana Deutscher:

Eso es. Esta ilusión funciona cuando se presenta un canal a la derecha del oyente y el otro a la izquierda. En ese punto el oyente no oye los dos canales que se están tocando sino que reorganiza perceptualmente los sonidos, de manera que todos los sonidos agudos parece que vengan de un altavoz y los sonidos graves del otro. Lo que es muy extraño es que los diestros tienden a oír los sonidos agudos desde el altavoz de la derecha y los graves des del de la izquierda, sin importar la posición en que se encuentren respecto a los altavoces. Y esto pasa porque los diestros tienden a oír los tonos agudos en la derecha y los graves en la izquierda, sin tener en consideración de dónde provienen. Pero los zurdos, como grupo, no los escuchan de esa forma. Los zurdos son diferentes unos de otros y estadísticamente varían de los diestros en cómo perciben este modelo.

Eduard Punset:

Perdona, pero ¿por qué sucede esto? ¿es porque en el cerebro las neuronas que se encargan de escuchar la música son diferentes a las neuronas que localizan de dónde proviene la música?

Diana Deutscher:

Este es, desde luego, parte del problema, pero también refleja el hecho de que los zurdos y los diestros tienen formas diferentes de organización cerebral. La gran mayoría de los diestros suelen tener el habla representada en la parte izquierda del cerebro, mientras que esto no sucede con los zurdos. Los zurdos, como grupo, varían bastante entre sí y, por tanto, encontramos que existen diferencias en la percepción de la música, al menos donde actúa el espacio, y que se correlaciona estadísticamente con la dexteridad.

Eduard Punset:

¿Y cómo lo hacen en las orquestas? Quiero decir ¿tienen que vigilar la colocación de los músicos en la orquesta?

Diana Deutscher:

Esto es muy interesante, ya que no sólo la gente que es diestra tiende a oír los tonos agudos en la derecha y los graves a la izquierda; además, si tienes una configuración espacial donde los sonidos agudos están a la derecha y los graves a la izquierda, pueden escuchar esos modelos más claramente que cuando los graves están a la derecha y los agudos a la izquierda. Así que la situación de los músicos es interesante. Desde el punto de vista de los mismos músicos, los instrumentos que tienen un registro más agudo se sitúan a la derecha y los más graves a la izquierda. Por ejemplo, en la sección de violines: los primeros violines están a la derecha de los segundos que están a la derecha de los terceros, que están a la derecha; y los violoncelos a la derecha de los contrabajos. En los instrumentos de viento la trompeta está a la derecha del trombón que está a la derecha de la tuba, etc. Y podemos especular y decir que esta colocación es así basándose en pruebas, ya que conduce a la mejor interpretación, pues, al fin y al cabo, los que tocan deben poder oírse entre ellos lo mejor posible para poder interpretar de la mejor manera posible.

Eduard Punset:

¿Lo que es bueno para los músicos es bueno para los espectadores?

Diana Deutscher:

Esa es precisamente la clave. Desde el punto de vista de los espectadores, la colocación de izquierda a derecha es la colocación inversa, como si mirásemos a un espejo. Lo que significa que, desde el punto de vista de los espectadores, los instrumentos que tienen los registros más agudos están colocados a la izquierda y los instrumentos que emiten tonos graves están a la derecha. De manera que esta colocación es tal que, en realidad, es la peor disposición para la percepción de los espectadores. No está muy claro cómo podemos mejorar esto ya que, por ejemplo, no podemos situar los puestos de la orquesta del revés, porque si lo hiciéramos los músicos no se oirían entre ellos igual de bien.

Eduard Punset:

Uno de tus colegas sugirió dejar a la orquesta como está y colgar del techo al revés a los espectadores.

Diana Deutscher:

Desgraciadamente esta forma no sería aceptada fácilmente por los espectadores. También hay quien ha dicho que en vez de eso colguemos del techo a la orquesta. Yo creo que esto tampoco funcionaría muy bien. Otros sugieren que se podría tener sólo espectadores zurdos, ya que a los zurdos no les molesta este tipo de problema. Pero hasta hora nadie ha encontrado la solución; es una paradoja.

Eduard Punset:

Algún neurocientífico ha dicho que el mismo grupo de neuronas que se encarga de los alimentos y del sexo también se encarga de la música, y por eso al final nos gusta la música si es buena.

Diana Deutscher:

Esta pregunta es muy interesante. Lo que hace que nos guste la música tiene que estar relacionado con la forma en que la percibimos ya que, evidentemente, si dos personas perciben algo de forma completamente diferente no sería sorprendente que tuvieran preferencias estéticas diferentes sobre lo que en realidad están escuchando. Más allá de esto debe de haber algún componente de gusto por la música que está relacionado con la noción, y no con estos efectos de percepciones, como, por ejemplo, ciertos modelos de ritmo que puede que te lleguen de una forma muy básica.

Eduard Punset:

Casi genética.

Diana Deutscher:

Es posible. Creo que la mayoría está relacionado con la música que se escuchó en la niñez, de la misma manera que tenemos el llamado periodo crítico para el desarrollo de ciertas características del habla: en el primer y segundo año de la vida, e incluso en el tercero, etc. La música a la que se ha estado expuesto en los primeros años de la vida puede tener una profunda influencia en cómo se percibe ésta luego, incluso como adulto.

Eduard Punset:

Diana, lo que sugieres es que la música es casi como una capacidad genética, como la que nos lleva a comer o a hacer el amor. Así que si los niños estuvieran expuestos a buena música desde una edad muy temprana, lo más probable es que les gustase la música. Y si nos encontramos a alguien que no puede percibir la música, probablemente tiene algo que ver con su primera educación o con los genes ¿es esto más o menos cierto?

Diana Deutscher:

Yo estaría de acuerdo, pero no descarto que haya algo más. Probablemente estos dos factores son extremadamente importantes en cómo una persona oye y responde a la música, o si le gustará más tarde en la vida. Yo diría que tanto los genes como la primera educación son los responsables de casi todo lo que sucede.

Eduard Punset:

Después de estudiar tanta física y psicología de la música ¿Cuál crees que son las diferencias entre la música occidental, que es tan métrica y racional, y el resto de la música, donde la melodía y la improvisación tienen un papel más predominante? ¿Por qué hay tanta diferencia?

Diana Deutscher:

Una vez más me gustaría apostar por la exposición a una temprana edad no sólo a la música sino también a los modelos de habla que se escuchan. De manera que si el habla tiene unas características especiales, vamos a entonar con esas características cuando escuchemos música. Esta idea, en realidad, es muy vieja. Si la música se tiene que apreciar debería tener las características del habla de las que la persona está más familiarizada. Existe una conexión muy importante entre el flujo melódico del habla que se percibe y el tipo de música que realmente nos gusta.



www.rtve.es/tve/b/redes/semanal/prg271/entrevista.htm

21 abril 2006

Himnos para ver la luz II

Me quedé pensando en la descripción que hice sobre los himnos y sus efectos, la introducción al Santo Daime a través de la incidencia del sonido y la ayahuasca, matizando los textos de los himnos con la pretensión de lograr un texto más “caliente”.

Fue fácil darme cuenta que omití involuntariamente hablar de mi experiencia personal. Quizás esa reticencia esté vinculada al hecho de proteger cada tema en una forma específica, priorizando un mensaje directo, simple e inspirador.

Pero si la idea es “involucrar” al lector de alguna manera -y en este caso estoy presentando una actividad en la que cualquiera puede probar o participar-, entonces también es útil que comparta algo de lo que haya vivido.

A veces, en estos temas de “exploración” visionaria, buscamos relatos de experiencias directas para ver de qué se trata y qué puede ocurrir. Es simple: si sabemos de antemano que al ingerir un Amanita Muscaria tendremos cierta euforia y deseo de actividad física, o que veremos las cosas agrandarse o achicarse en el estilo de Alicia en el País de las Maravillas, cuando esto suceda sabremos que no estamos locos y que el pánico no tiene cabida.

Pues bien, a continuación voy a ponerle palabras al relato de mi vivencia, ocurrida el 15 de abril de 2006, en Canelones, Uruguay.
Dejo en claro que, como no soy una enciclopedia ambulante ni es mi deseo explicarlo todo, me limitaré a forjar imágenes (y quedarán de lado referencias a cosas personales que tienen significado solo para mí):

Al rato de ingerir la bebida, me vino un mareo, una especie de estado “conquistador” de la cabeza que se instaló como una vincha apretada.

Una sensación de tener “algo más” allí. Eso desplazó los pensamientos lineales, los de siempre, y me transformé en una torre-observatorio con base en los ojos.

Gran mirador. Testigo.

Se siente esa fuerza que llega y se instala, amable pero sólida.

Luego todo comenzó a brillar, el blanco se tornó más blanco, y las luces realmente resplandecieron.

Las primeras figuras que ví fueron tréboles de cuatro hojas blancas y azules que se reproducían y explotaban, pero no violentamente. Parecían surgir de un geiser, cambiando de velocidades frente a la vista. Fue un placer. Se acercaron, se alejaron. Podía ver en un radio de 360 grados.

La profundidad de la imagen me hizo acordar a algunas visiones que he tenido, que en un pasado llamé “visiones 3D”. Digamos que ahora fue conocer al abuelo de todo ello. Como si antes hubiera visto una habitación oscura iluminada por una linterna. Y ahora prendiera la luz eléctrica y me dejara ver la totalidad del cuarto descubriendo los detalles.

Ese fue el principio, y con ello empecé a sonreir. Sentí que comenzaba bien.

Luego los colores se desplegaron como ríos. Era una multitud ordenada que se presentaba desde diferentes formas. Pero sin abarrotarme. Todo parecía ir ordenado por turnos. El turno de los tréboles, el turno de las cortinas de acuarelas, el turno de los tejidos mayas vibrantes.

En un momento me dí cuenta que prevalecían los colores verde, amarillo y rojo, y me acordé de Bob Marley. Cataratas que recordaban a la bandera de Jamaica en movimiento. Pero las escalas de colores no se detuvieron ahí.

Movía la cabeza de izquierda a derecha para mirar todo. Canales de lava roja, siempre en movimiento, de los que surgían rostros, mujeres cargando sus hijos, animales, cosas que iban y venían. Nada me preocupaba, aún cuando aparecían formas más “diabólicas”, como seres con cuernos y rostros con expresiones peligrosas. Pensaba que al igual que los sueños, todo es una sustancia que lo compone y no me importaba si significaba “bueno o malo”. Era solo un espectador, lo sabía, y tomaba la circunstancia con desapego: el miedo no tuvo lugar, solo un estado de contemplación.

De vez en cuando, en forma recurrente, veía el puntillado que componía toda la escena, y me recordó a los miles de puntitos que se ven en la pantalla del televisor cuando uno se acerca demasiado. Son como pequeñas lamparitas de luz que componen todo. Las veía de cerca, de lejos, de diferentes ángulos, como si las dimensiones cambiaran todo el tiempo: 2D, 3D, 4D…

Hace mucho tiempo que vengo insisitiendo en percibir la textura de los elementos más allá de sus nombres o significados “humanos”. Y eso tuve: un banquete de “backgrounds”.

En determinado momento ví un ser barbado, con una larga barba gigante. Y de entre sus pelos asomó una serpiente que me miraba, pero no en forma inquisidora. Simplemente miraba. Era increíblemente grande. Le ví la piel cuando pasó a mi lado, y me detuve en la geometría de sus “escamas”.
Más colores, más puntos.

Mirando al cielo descubrí que contemplaba una “bóveda” estrellada, semejante a una cúpula inmensa. Mirando sus líneas -siguiéndolas con la vista- pude ver que se unían en un mismo punto, situado en lo más alto, y ese punto aparentaba ser el abdomen de una tarántula. Toda la escena se transformó en la visión de esa araña imponente cubierta de millones de pelos. Bastó mirar lo peluda que era para que surgiera una multitud de ojos y miembros peludos, marrones y negros, multiplicándose frente a mis ojos. Formaban un espiral exquisito de protuberancias, acercándose y tomando distancia en constante movimiento.

En la primera parte que escribí sobre los Hinarios del Santo Daime, trascribí un fragmento de un daimista porque coincido con su vivencia, y creo que supo explicarlo bien claro. Es sobre lo que ellos llaman la “miraçao”, que en realidad es el proceso que uno vive al tomar la ayahuasca:

Suavemente ella se instala y nos transporta al reino de las visiones. Progresivamente el nivel de la conciencia llega a lugares mas elevados, tanto individual como grupalmente.
Ese reservatorio común de energía psíquica y espiritual, lo denominamos “corriente”, que es quien sustenta el vuelo individual de cada uno en la miração y también la belleza del conjunto. Cuando eso ocurre, nuestro campo visual se altera, aparecen luces, imágenes, recuerdos, insigths y visiones. La intensidad del momento interior del viaje de cada uno se expresa en la fuerza de la corriente. Cualquier pestañeo de ojos altera el flujo de las imágenes y de las percepciones recibidas.

Es como si nuestra mente fuese un diafragma y regulase la entrada de toda aquella luz y un zoom nos aproximase desde los ángulos mas desconocidos del universo
(Alex Polari en “Seriam os Deuses Alcalóides?”).

Pues bueno, luego de pasar la serpiente me quedé observando como cambiaba la paleta de colores dominantes, esta vez con forma de cortinas de aguas corrientes, hechas con rojos y celestes de tonos suaves, “aureados”, y de pronto detecté un cuadro en la pared, y le ví los brillos, saltantes, pero no supe de qué era el cuadro. Insistí en mirarlo y ver qué había pintado allí, pero solo veía una forma amorfa llena de brillos y tonos de color azul. Supe que al final de todo debía mirarlo y descubrirlo.

Eran los mismos brillos de seres y tubos que veía frente a mí, danzando, pasando, subiendo y bajando en tumulto. Brillos como si en lugar de sangre les corriera luz y sombras alternándose dentro de las figuras. Eran gente repleta de caños luminosos que iluminaban la sombra de su cuerpo.

Comprendí por qué los ayahuasqueros, como el peruano Pablo Amaringo, pintaban aquellos dibujos tan cargados de rayitas pegadas y colores: justamente eso es lo que se ve. Es la mejor descripción que conozco para “relatar” lo que se ve.

A partir de allí empecé a ver los cuadros huicholes en movimiento, y cada línea de sus dibujos se iban iluminando, como si fluyera un líquido de luz blanca rellenándolos, dándoles vida temporalmente a sus líneas de color, intensificando zonas.

De pronto, como si se tratara de una película, me encontré mirando hacia arriba o abajo, para descubrir que hacia arriba veía las cuestiones más luminosas, celestes, reveladoras del mundo exterior, y al mover gradualmente la cabeza hacia abajo, veía para mis adentros sicológicos como si se tratara de tubos, de tráqueas inmensas que me llevaban hasta mí mismo. Si mantenía la mirada al frente, volvía al lugar en el que estaba, al presente. Pero al estar en el presente traté de mirar el cuaderno que tenía en las manos, que contenía las letras de los himnos que se estaban cantando: las letras comenzaron a despegarse del cuaderno, a elevarse por sobre el papel, y a medida que miraba el “despegue”, el papel vibraba a una velocidad totalmente extraña: vibraba tan veloz que parecía ir lento. Era como no tenerlo en la mano. No podía mirarlo como un objeto quieto. Parecía flotar y yo sostenerlo para que no se vuele.

Miré hacia arriba y empezaron a llover seres. Una especie de reptil gigante, cual dragón gordo y negro, empezó a escupir como ametralladora una fila interminable de “hijos” suyos, iguales pero chicos. Todos venían hacia mi cerebro. Repiqueteaban en mi cabeza que se iba yendo hacia atrás, resistiendo los empujones. Seguía sin miedo, aunque sentía un peso grande en la cabeza. Pero como vinieron se fueron.

Volví para adentro, y me descubrí.
Una actitud: el “qué” se veía de mí. Me ví la cara desde afuera. Cada gesto que esbozaba. Veía qué caras ponía, y apliqué todo lo que aprendemos para saber “quién” es el que miramos. Apliqué las reglas que uso para medir “quién y cómo” es el otro, y me ví a mí, por primera vez con ojos ajenos. Ví mi pobreza. No importaba mucho, pero como quien recibe una lección y por respeto la escucha, entendí claramente, sin culpa alguna, parte de lo que no me servía para funcionar a diario. Algunas veces, al mirar a los demás, me parecía captar qué los hacía pobres como personas (fácil verlo en cualquiera menos en uno mismo). Y al fin, pude verlo en mí. Simplemente mirándome, pero no desde detrás de los ojos, sino frente a frente. Otro yo flotaba ante mí, mirándome. En mi cara estaba todo. Comprenderlo hizo que se desprendiera y salí de mi propio gesto, el cual desapareció. Volví a mí.

Puse la atención en el ruido ambiental y escuché el sonido más surround que pudiera imaginar. Los suspiros de quien tenía a mi lado parecían los susurros de una criatura gigante, por la cual podría haberme cagado en los pantalones. Pero solo estaba una persona ahí, y en un momento vi toda su tristeza y su pesar (al otro día hablé por teléfono, le pregunté sobre ello y soltó una sincera confesión de dolor).

Cada raspaje estaba aumentado: el movimiento de una silla, pasos...los cantos…

Me dediqué un rato enorme a escuchar los cantos. Escucharlos…”verlos”…
Uno de los himnos se fue materializando: era una secuencia de escalones de un templo flotante, inmenso, lleno de luz, y al tiempo tomó la forma de un gigante plato volador…lleno de luces, desprendiendo chorros líquidos de luz.

La harmónica parecía un pájaro jugando, un arco iris danzante. Un animal que iba y venía gracioso, flotando frente a mí. El sonido tenía forma dorada, y parecía un pequeño dragón volador.

Capas de sonidos que llegaban unas tras otras, graciosas, amables y sobre todo luminosas.

Entonces la letra cantada cobró otro significado. Al principio estaba lejos de entender, ni siquiera me importaba mucho lo que decían, porque pensaba que era una guía especial para ellos, para el culto, pero de a poco me dí cuenta que sabían exactamente lo que estaba sucediendo, en una sintonía espeluznante con la experiencia. Yo estaba “por fuera” de lo más cristiano, pero aún en la abstracción, tanto cantar sobre estrellas, brillos, luces, astral…sentí que salí de mi cuerpo, y pasé a tener “cuatro ojos”. De nuevo parado frente a mí, flotando sobre mi cabeza, y un sentimiento enorme de compasión.

Llegó la última página del libro de los Hinarios, y en esa última estrofa, salí de la película sincrónicamente.

No se me fue el efecto de la fuerza, la luz dominante y el mareo, pero la película principal terminó.

A partir de ese momento, los otros cantos que siguieron -aparentemente improvisando un orden- sonaban “fríos” y no me acompañaban. Hubiera preferido que la ceremonia terminase allí.

Salí a mear y de pronto me dí cuenta que me mareaba…y me desmayé. Caí duro sobre el pasto. Cuando despertaba, por primera vez en mi vida no sabía quién era ni dónde estaba. Ni idea. Traté desesperadamente de recordar mi identidad, cuál era mi vida diaria. Porque sabía que en algún lado estaba esa respuesta pero no podía verla ni sentirla. Sacudí mi cabeza, me golpeé con las manos, me rasqué para tratar de sacarme de arriba ese estado de no saber (me acuerdo el desagrado, la necesidad de querer recordar y no poder).

Sentí una voz que me dijo: mirá hacia arriba, las estrellas, y todo se va a aclarar.

Levanté la vista, y toda esa falta de saber se cayó como una tela en el piso.
Vomité y me vino una diarrea urgente.

Guzmán, el fiscal, me acompañó al baño. Estaba tranquilo con su atento cuidado.

Luego empecé a recuperarme…entré al salón y miré el cuadro en la pared, el que no podía identificar: era la Virgen María.

20 abril 2006

Himnos para ver la luz


Los Hinarios son los cantos que realizan los integrantes del culto Santo Daime durante sus encuentros.

El sonido de las voces, el ritmo de las maracas y las armonías que surgen de las guitarras y la harmónica crean una sólida nave que nos transporta.

Entre otras cosas, las canciones pueden ser comprendidas como vehículos que guían nuestro viaje mientras transcurre la ceremonia.

En la base de cada encuentro está la bebida enteógena llamada Daime, más conocida en los pueblos amazónicos como ayahuasca o “vino de las almas” (preparada con dos plantas: banisteriopsis caapi, también distinguida como yagé, jagube, mariri, entre otras denominaciones, y psicotria viridis, popularmente rainha o chacrona). Se “despacha” en vasitos pequeños cada cuatro horas aproximadamente, y su efecto se hace sentir al poco rato de ser ingerida, más o menos una media hora después.


Tomei esta bebida
para ver meu seguimento
muito embora sem saber
dominar meu pensamento
Subi e estou subindo
com este conhecimento

Subi, subi, subi
Assim o Mestre dizia
Encontrei com o Pai Eterno
e a Sempre Virgem Maria
Subi, subi, subi
Subi foi com alegria


Los himnos están empapados de alabanzas y pedidos de amparo a Dios, Jesús y la Virgen María (o Rainha da Floresta, como la llamara el fundador de este culto, el maestro brasilero Raimundo Irineu Serra. En la década del 30, Irineu fue recibiendo esta doctrina luego de una visión en la que ella se presentó. Eso ocurrió en una de las primeras veces que tomó la bebida).

Es una forma de presentar las enseñanzas cristianas y una nueva lectura de los Evangelios a la luz del Santo Daime.


Eu tenho uma chave
segura na minha mão
só se utiliza dela
quem sabe pedir perdão



Los rituales suelen ser firmes apoyos que nos protegen de los laberintos de nuestra psiquis, barandas que afirman nuestro andar y nos sitúan en una intención sagrada, aumentando la posibilidad de tener un “buen viaje”. Un verdadero viaje de luz.


Olho para o firmamento
e vejo todo o Universo
esta força que recebo
sempre canto e sempre peço

Peço ao Onipotente
e a Ele me humilho
para nunca me faltar
vossa luz com santo brilho



Ciertos detalles se preparan a conciencia, con suma pulcritud y atención, como el uso de la vestimenta blanca, la disposición de los asientos, las velas y la quema de incienso.

Cada elemento es importante y no debe dejarse librado al azar. Tanto en el plano externo como el interno. Previo a la ceremonia, el participante deberá hacer tres días de abstinencia sexual y comer liviano, así como no haber ingerido medicamentos o droga alguna. Se debe llegar al momento de la ceremonia con una mente tranquila, libre de preocupaciones.

Es un acto de entrega, y también una batalla.

Es que este poderoso enteógeno entra en nosotros y habla con determinación mostrando caminos. No es algo que pueda tomarse a la ligera.


Sempre olho para o firmamento
e vejo um grande poder
e eu tão pequeno aqui na terra
peço força para compreender



Mientras vamos sintiendo los cambios en la percepción, nos damos cuenta que algo diferente está por suceder. Los sentidos se agudizan.


Tudo vai estremecer
ele bem vem avisando
mas não querem acreditar
e por isso estão apanhando



La luz es una característica clave en lo que se percibe, lo que se ve. Reconocemos el brillo sobre las personas, a nuestro alrededor, flamante ante nuestros ojos abiertos tanto como en la “no oscuridad” de nuestros ojos cerrados.


Este brilho é tão perfeito
que nos traz a posição
de vivermos como ele
livre de toda ilusão



Los colores se despliegan como ríos. Es una multitud ordenada que se presenta desde diferentes formas. Tréboles de cuatro hojas blancos y azules que se reproducen y explotan, seguidos por cortinas de acuarelas y tejidos mayas vibrantes. Cataratas que recuerdan a la bandera de jamaica o canales de lava de los que surgen rostros, mujeres cargando sus hijos o una simple barba gigante desde la cual se muestra una serpiente.

Pero no solo se trata de ver, porque también estamos ahí como si pudiéramos dominar el arte de tener más de un cuerpo. Uno para ver, otro para reflexionar…podemos ir y venir a voluntad…a veces.

Aunque haya coincidencias entre los participantes, es algo sumamente personal.

Es importante tener un fuerte y sincero motivo de buscar claridad (valga la redundancia, entre tanta luz percibida). El eje es un deseo puro de aprender. Y el Daime enseñará.


Dai-me força, dai-me amor
Dai-me fé e a Santa Luz


Suele ocurrir entre diferentes pueblos que cobijan su culto entorno a una planta de poder -como los Huicholes con el cactus Peyote, en Méjico-, que si bien tienen firmes procedimientos rituales, coinciden en que será el espíritu poderoso de la planta quién te enseñará, no los hombres. Nadie podrá decirte qué hacer: la planta es la portadora de la revelación.

Salta a la vista que los himnos operan como conductos hacia el mensaje que será revelado, vivido por cada participante.

Los daimistas tienen un firme propósito espiritual, y para llevarlo a cabo han elegido el canto firme, continuo, sostenido más allá del cansancio físico, ejecutado como una prueba y una entrega simultáneamente.

Cada trabajo o reunión dura alrededor de 12 horas, pudiendo empezar en primeras horas de la noche y terminar al amanecer.

Frente a la perseverancia de los cantos, el Daime se manifiesta primero como una fuerza, y luego como una luz.

Eso genera lo que ellos llaman la “miraçao”:

Suavemente ella se instala y nos transporta al reino de las visiones. Progresivamente el nivel de la conciencia llega a lugares mas elevados, tanto individual como grupalmente.
Ese reservatorio común de energía psíquica y espiritual, lo denominamos “corriente”, que es quien sustenta el vuelo individual de cada uno en la miração y también la belleza del conjunto. Cuando eso ocurre, nuestro campo visual se altera, aparecen luces, imágenes, recuerdos, insigths y visiones. La intensidad del momento interior del viaje de cada uno se expresa en la fuerza de la corriente. Cualquier pestañeo de ojos altera el flujo de las imágenes y de las percepciones recibidas.

Es como si nuestra mente fuese un diafragma y regulase la entrada de toda aquella luz y un zoom nos aproximase desde los ángulos mas desconocidos del universo
(Alex Polari en “Seriam os Deuses Alcalóides?”).


Ouvindo o Mestre Ensinador
desta Doutrina
que são as palavras vivas
dos hinos que nos ensinam

Estou aqui
Nunca paro de ensinar
vendo tudo que acontece
quando Deus vem dominar

18 abril 2006

Oyendo más


El chamán cargó la pipa, sopló la epena en mi fosa nasal derecha y luego repitió la operación en la izquierda. Presentí que las dosis que estaba utilizando eran más suaves que lo acostumbrado y que estaba soplando con menos ímpetu. A pesar de eso, el alucinógeno comenzaba a hacer efecto.

- Más -repetí.

Quería que la experiencia fuese completa. Para ese entonces mis sentidos estaban seriamente alterados. El oído se había agudizado: era como si pudiese oír todo lo que acontecía en el shabono (el shabono es una gran choza o vivienda comunal que consiste en una enorme construcción cuyo tamaño equivale a la mitad de un campo de fútbol. En el centro se encuentra un espacio abierto denominado plaza central, desde donde puede verse el cielo).

Mi campo visual se había expandido en forma considerable: era como mirar el mundo a través de un gran angular. En los bordes de mi campo visual, las diminutas figuras comenzaron a bailar.

El chamán tomó el tubo de nuevo y recibí varias dosis más, cada una más fuerte que la anterior. La última dosis volvió a echarme hacia atrás y quedé tendido en el piso.

Si bien me hallaba muy relajado, estaba completamente alerta. Era como si me estuvieran tironeando del corazón y la cabeza en dos direcciones al mismo tiempo.

Después de varias dosis más (también algunos indígenas habían comenzado a someterse al efecto de la sustancia) sentí que estaba adquiriendo mayor conciencia del mundo que se hallaba más allá del shabono. Al principio me había preguntado por qué los yanomamos dejaban una abertura en el techo de su vivienda; ahora le encontraba sentido: desde todos los rincones del shabono se podía apreciar el cielo azul del trópico.

A la distancia oí un cocodrilo gigante deslizarse hacia el agua desde la orilla en busca de alimento; en las colinas, hacia el este, varios gallos de roca machos intentaban atraer a las hembras con sonidos característicos; una enorme águila arpía volaba bajo la bóveda en busca de monos capuchinos, y un jaguar lanzaba profundos rugidos guturales.

Hacia el norte, podía oír cómo las aguas lejanas del Orinoco fluían en dirección a los rápidos en su camino a la costa.

Hacia el sur, percibía el sonido de las gotas de lluvia contra el follaje que cubre las montañas de la frontera con Brasil.

Luego mi atención volvió a concentrarse en las imágenes. Las diminutas figuras que aparecían en los bordes de mi campo visual se multiplicaban mientras bailaban a un ritmo cada vez más rápido. Traté de ver mejor, pero era como estar de espaldas a un espejo e intentar darse vuelta con suficiente rapidez como para verse la nuca: cuando uno mira, la imagen ya no está. Le pregunté al chamán quiénes eran las diminutas imágenes.

- Son los hekura -respondió-, los espíritus de la selva.


(extractado del libro “Aprendiz de chamán”, del etnobotánico Mark J. Plotkin)

Ondas de radio


“A partir de la década del 20, la Tierra ha estado emitiendo ondas de radio. Hace 70 años que la Tierra está emitiendo ondas de radio al espacio. Por lo tanto, estas ondas de radio que fueron emitidas a comienzos de la era de la radio han recorrido, han llegado a ocupar una esfera de 70 años luz alrededor de la Tierra…”

“En 70 años luz existen una gran cantidad de estrellas, y si existiesen civilizaciones tecnológicamente avanzadas capaces de descifrar estas señales (a 70 años luz de distancia), ellos en este momento estarían escuchando probablemente la locución inaugural de Marconi, cuando por primera vez hizo una emisión radial…”


(entrevista al astrónomo chileno René Méndez, del Observatorio Interamericano del Cerro Tololo)


NOTA: fue precisamente Marconi quien desarrolló comercialmente la radio. Su nombre devino mundialmente famoso a consecuencia del papel que jugó la radio en la salvación de cientos de vidas con ocasión de los desastres del Republic (1909) y del Titanic (1912).

http://es.wikipedia.org/wiki/Guglielmo_Marconi

05 abril 2006

Música de las esferas


Un satélite de la Nasa confirma la “música de las esferas”

La atmósfera del Sol emite ondas sonoras 300 veces más graves que los tonos que pueda captar el oído humano.

Un satélite de la Nasa ha confirmado la ancestral tradición de la música de las esferas, según la cual los cuerpos celestes emiten sonidos armónicos. Aunque la música de las esferas ha derivado primero en la noción de armonía universal y después en simetría, ahora se ha descubierto que la atmósfera del Sol emite realmente sonidos ultrasónicos y que interpreta una partitura formada por ondas que son aproximadamente 300 veces más graves que los tonos que pueda captar el oído humano. Por Eduardo Martínez.



La música de las esferas ha apasionado desde siempre a los estudiosos del Universo. Para los pitagóricos, los tonos emitidos por los planetas dependían de las proporciones aritméticas de sus órbitas alrededor de la Tierra, de la misma forma que la longitud de las cuerdas de una lira determina sus tonos. Las esferas más cercanas producen tonos graves, que se agudizan a medida que la distancia aumenta.

Lo más hermoso era que, según ellos, los sonidos que producía cada esfera se combinaban con los sonidos de las demás esferas, produciendo una sincronía sonora especial: la llamada “música de las esferas”.

Para los pitagóricos, por tanto, el Universo manifiesta proporciones “justas”, establecidas por ritmos y números, que originan un canto armónico. El cosmos, a sus ojos, es por tanto un sistema en el que se integran las siete notas musicales con los siete cuerpos celestes conocidos entonces (el Sol, la Luna y los cinco planetas visibles). A estos planetas se añadían tres esferas suplementarias que alcanzaban el 10, el número perfecto.

La misma armonía celestial fue descrita por Platón cuando, en Epinomis, declaró que los astros ejecutan la mejor de todas las canciones. Cicerón también se refirió en el canto de Escipión a ese sonido tan intenso como agradable que llenaba los oídos de su héroe y que se originaba en las órbitas celestes, reguladas por intervalos desiguales que originaban diferentes sonidos armónicos.

La gran música del mundo

La tradición que consideraba al Universo como un gran instrumento musical se prolonga durante la Edad Media y hasta el siglo XVII, en el que tanto Kircher (que hablaba de “la gran música del mundo”) como Fludd (que concebía un Universo monocorde en el que los diez registros melódicos evocados por los pitagóricos traducían la armonía de la creación), dejaron constancia de su vigencia.

Sin embargo, fue el astrónomo Kepler quien estableció que un astro emite un sonido que es más agudo tanto en cuanto su movimiento es más rápido, por lo que existen intervalos musicales bien definidos que están asociados a los diferentes planetas. Kepler postuló, en su obra Harmonices Mundi, que las velocidades angulares de cada planeta producían sonidos.

De hecho, Kepler llegó a componer seis melodías que se correspondían con los seis planetas del sistema solar conocidos hasta entonces. Al combinarse, estas melodías podían producir cuatro acordes distintos, siendo uno de ellos el acorde producido al inicio del universo, y otro de ellos el que sonaría a su término.

Newton, mecanicismo y armonía

Casi un siglo después, Newton engloba dos visiones del mundo que parecían antagónicas: el mundo mecanicista (el gran reloj universal) y el orden superior que rige al Universo. Su visión mecanicista, que permitió la predicción de apariciones de cometas e incluso el descubrimiento de Neptuno mediante operaciones de cálculo, reforzó la idea de que el Universo manifiesta una gran armonía.

De esta forma, desde los pitagóricos a la física moderna, todas las propuestas teóricas que han pretendido explicar el mundo han utilizado la misma noción de armonía evocada por Newton.

Después de Newton, la armonía será invocada por los físicos para describir y comprender el mundo, aunque de forma diferente. Einstein, por ejemplo, descubrió la Relatividad porque estaba convencido de la armonía del Universo.

El nuevo lenguaje de la física y la astrofísica habla de espectros, frecuencias, resonancias, vibraciones y de análisis armónico, según el cual una señal variable en el tiempo puede describirse mediante una composición de funciones trigonométricas.


Armonía geométrica

Por lo general, esta armonía universal es descrita más de forma matemática y geométrica que musical: a finales del XIX, los físicos descubren que los rayos de emisión que se producen de una des-excitación del átomo se expresan mediante una fórmula única compuesta de números enteros, similares a los intervalos musicales.

En la actualidad, la armonía espectral se explica a través de la mecánica cuántica, ya que los niveles de energía de los electrones de un átomo, que son discontinuos, se pueden expresar también mediante números enteros.

Esta armonía oculta ha adoptado así un nuevo nombre, la simetría, ya que la física actual emplea las simetrías geométricas para describir, unificar y clasificar a las partículas elementales y sus interacciones, así como para explicar los diferentes modelos teóricos del Universo.

Por ejemplo, una de las más recientes teorías físicas describe a las partículas elementales no como corpúsculos, sino como vibraciones de minúsculas cuerdas, consideradas entidades geométricas de una dimensión. Sus vibraciones se fundan en simetrías matemáticas particulares que representan una prolongación de la visión pitagórica del mundo y la recuperación, en la más moderna visión del mundo, de la antigua creencia en la música de las esferas.

De Kepler a TRACE

En este contexto de búsqueda de la armonía, un satélite enviado al espacio, en abril de 1998 por la NASA, el Transition Region and Coronal Explorer (TRACE), ha encontrado las primeras evidencias de música originada en un cuerpo celeste, tal como habían imaginado los pitagóricos primero y Kepler más tarde.

El TRACE tiene como objetivo estudiar la turbulenta atmósfera superior del Sol o corona solar, en la que se desencadenan tormentas y protuberancias. Está equipado con un telescopio especial dirigido hacia la llamada "región de transición", que se encuentra entre la superficie relativamente fría del sol, la baja atmósfera donde las temperaturas son más altas, y la alta atmósfera o corona, mucho más caliente.

El TRACE posee una resolución temporal diez veces superior y una resolución espacial 5 veces mayor que la de cualquier otro observatorio solar. Gracias a sus características, los astrónomos han podido descubrir la enorme complejidad de la corona solar y obtener imágenes de vídeo del Sol en lugar de imágenes estáticas (lo que aporta una dimensión temporal al estudio de la evolución a corto plazo de las estrellas).

Sonidos inesperados

Ha sido con la ayuda de esta nueva herramienta cosmológica que los científicos del Southwest Research Institute (SwRI) en San Antonio (Tejas), han descubierto que la atmósfera del Sol realmente “suena”, tal como habían anticipado los pitagóricos y la tradición científica posterior, debido a que está llena de ultrasonidos en forma de ondas, tal como explica en un comunicado el propio Instituto.

Según este descubrimiento, la tradicional música de las esferas consiste en realidad en un “ultrasonido solar” que interpreta una partitura formada, según el satélite de la NASA, por ondas 300 veces más profundas que el sonido de la más profundas vibraciones audibles por el oído humano, con una frecuencia de 100 mili Hertz en periodos de 10 segundos. Un hertz es la frecuencia de un fenómeno periódico cuyo periodo es 1 segundo. El ser humano no puede escuchar sonidos de frecuencia menor a 16 Hz (sonidos infrasónicos), ni mayor de 20 kHz (sonidos ultrasónicos o supersónicos).

Según sus descubridores, en diez segundos estas ondas se convierten en ultrasónicas debido a que los átomos individuales experimentan en el Sol sólo unas pocas colisiones durante el paso breve de cada onda, al igual que ocurre con el ultrasonido aquí, en la tierra.

Las ondas ultrasónicas se producen o bien por el choque repentino de flujos electromagnéticamente inducidos en la superficie solar, o bien por el choque de determinadas ondas de baja frecuencia sonora, cuando éstas se levantan como las olas del mar desde la superficie del sol.

Ambas razones podrían explicar, además del sonido de la música de las esferas, otro viejo misterio de nuestro Sol: la fuente de calor extra con la que cuenta esta estrella en su superficie.

Explicación para las diversas temperaturas solares

A una temperatura superior a los 100.000 ºC, la cromoesfera, situada entre el núcleo del sol y el arco solar, está aproximadamente 20 veces más caliente que la superficie del Sol (que tiene una temperatura de 6.000 ºC).

La corona solar (que rodea al sol), está todavía más caliente: 200 veces más que su superficie. Aunque los científicos habían intentado buscar las razones para esta diferencia durante 50 años, no habían dado con ellas.

Las ondas de sonido son detectadas desde lejos como pequeñas fluctuaciones en la luminosidad de las emisiones solares ultravioletas. El ultrasonido solar está en el límite de lo que puede detectar TRACE, y es tan débil que las ondas individuales no se registran. El satélite TRACE es un telescopio ultravioleta que gira en órbita alrededor de la Tierra.

Aunque el descubrimiento del TRACE ayudará a resolver un misterio establecido por décadas acerca del Sol y del clima espacial, al mismo tiempo constituye una nueva e inestimable contribución a la teoría de la música de las esferas.


http://www.tendencias21.net/

04 abril 2006

Lemur


El Lemur de JazzMutant es un controlador programable que se maneja presionando y moviendo nuestros dedos sobre una pantalla sensible al tacto.

A través de Lemur pueden manejarse mezcladoras, sintetizadores modulares, cajas de ritmo o videos.

Acompañado por un editor de software, permite configurar los controles según los gustos del usuario. Es fácil armar personales grupos de deslizadores y botones que entre otras cosas, reaccionan a la intensidad de la fricción.
El interface de usuario que hemos creado con el software, podemos descargarlo rápidamente a Lemur con una conexión Ethernet usando OSC (Open Sound Control), ya sea mediante Windows o Mac.

Su principal diferencia con otros “multitouch control surface for live performance” es que permite ejecutar varias funciones simultáneamente, mientras movemos nuestros dedos sobre la pantalla táctil. En teoría podriamos tocar un piano con Lemur.

Su costo es de 2.495 dólares.

Lemur - fotos





03 abril 2006

Harry Partch


Harry Partch fue compositor, teórico microtonal, constructor de instrumentos, musicólogo, escritor, artista visual y maestro.

Creó una gran cantidad de instrumentos hechos a la medida y necesidad de sus composiciones, utilizando materiales tan diversos como la madera, el bamboo y hasta botellones de vidrio. Su principal característica fue el uso de una afinación particular, consecuencia de su estudio de las diferentes escalas utilizadas por los Griegos, Árabes, Chinos, Hindúes y Europeos.

Partch afirmaba que sus instrumentos no solo debían sonar muy bien, también tenían que ser visualmente atractivos e involucrar a la persona entera.

Les dejo un link para que visiten y jueguen con réplicas virtuales de sus instrumentos.

Imperdible:
http://musicmavericks.publicradio.org/features