04 octubre 2012

Neil Harbisson


 
 
Neil Harbisson es un artista que se define a sí mismo como «cyborg sonocromático». Nació con un trastorno visual llamado acromatopsia que hace que perciba el mundo en blanco y negro. En el año 2003, inició un proyecto con el ingeniero informático Alan Montandon y varios colaboradores que consistía en desarrollar un ojo electrónico. Este ojo tiene un sensor que detecta la frecuencia del color que tiene delante y la transmite como sonido a través de los huesos (lo que se suele llamar bone conduction).
 
Nací con una rara enfermedad visual llamada acromatopsia, es decir, incapacidad total para ver los colores, así que nunca he visto los colores y no sé cómo son, porque vengo de un mundo en escala de grises. Para mí el cielo es siempre gris, las flores son siempre grises, y la televisión sigue siendo en blanco y negro.

Pero desde los 21 años, en lugar de ver los colores, los puedo oír. En 2003 comencé un proyecto con el ingeniero informático Adam Montandon, y el resultado, con la colaboración adicional de Peter Kese de Eslovenia y Matias Lizana de Barcelona, es este ojo electrónico. Es un sensor de color que detecta la frecuencia de color enfrente de mí —(Sonidos de frecuencia)— y envía esta frecuencia a un chip instalado detrás de mi cabeza, y oigo el color enfrente de mí a través del hueso, a través de la conducción ósea. (Sonidos de frecuencia) Entonces, si tengo por ejemplo... Este es el sonido del púrpura. (Sonidos de frecuencia) Y este es el sonido de la hierba. (Sonidos de frecuencia) Este es el rojo, como TED. (Sonidos de frecuencia) Este es el sonido de un calcetín sucio. (Risas) Que es como amarillo.

Como llevo ocho años escuchando los colores, desde el 2004, me parece completamente normal oírlos todo el tiempo. Al principio tuve que memorizar los nombres que dan a cada color, luego tuve que memorizar las notas musicales, pero después de algún tiempo, toda esta información se convirtió en una percepción. No tenía que pensar en las notas. Y luego esta percepción se convirtió en una sensación. Comencé a tener colores favoritos, y empecé a soñar a colores.

Empecé a soñar a colores cuando sentí que el software y mi cerebro se habían unido, porque en mis sueños, era mi cerebro el que creaba sonidos electrónicos. No era el software, entonces ahí fue cuando empecé a sentirme un cíborg. Cuando empecé a sentir que el dispositivo cibernético ya no era un dispositivo. Se había convertido en una parte de mi cuerpo, una extensión de mis sentidos, y después de un tiempo, hasta se convirtió en una parte de mi imagen oficial.

Este es mi pasaporte desde el 2004. En los pasaportes del Reino Unido no se permiten fotos con equipos electrónicos, pero yo insistí en la oficina de pasaportes en que lo que veían era en realidad una nueva parte de mi cuerpo, una extensión de mi cerebro, y finalmente aceptaron que apareciera con esa foto en el pasaporte.

Mi vida ha cambiado radicalmente desde que escucho el color, porque el color está casi en todas partes. Por ejemplo, el cambio más grande es ir a una galería de arte y poder escuchar un Picasso. Es como ir a una sala de conciertos, porque puedo escuchar las pinturas. Para mí los supermercados son impactantes, es muy fascinante recorrerlos. Es como ir a un club nocturno. Están llenos de melodías diferentes. (Risas) ¡Sí! Especialmente la sección de artículos de limpieza. Es sencillamente fabuloso. (Risas)

También mi forma de vestir ha cambiado. Antes me vestía para verme bien. Ahora me visto para sonar bien.
Hoy estoy vestido en do mayor, que es un acorde bastante feliz. (Risas) En cambio, si tuviera que ir a un funeral, me vestiría en si menor, que sería turquesa, morado y naranja. (Risas)

También ha cambiado la forma en que veo la comida, porque ahora puedo ver lo que tengo en el plato, entonces puedo comer mi canción favorita. (Risas) Dependiendo de cómo la veo, puedo sentir y componer música con la comida. Imaginen un restaurante donde se pudiera pedir una ensalada Lady Gaga como entrada. (Risas) Esto probablemente incitaría a los adolescentes a comer verduras. O bien, un concierto para piano de Rachmaninov como plato principal, y algo de Bjork o Madonna como postre, sería un restaurante fantástico donde realmente se podría comer canciones.

La forma en que percibo la belleza también ha cambiado, porque cuando miro a alguien, oigo su cara, así que alguien podría parecer muy bonito, pero sonar horriblemente. (Risas) O podría suceder lo contrario. Me gusta crear retratos sonoros de la gente. En vez de retratar el rostro de una persona, dibujar la forma, la señalo con el ojo electrónico y escribo las diferentes notas que oigo, y luego creo retratos sonoros. Estas son algunas de las caras.
(Acordes musicales)

Sí, Nicole Kidman suena bien. (Risas)

Algunas personas que no tienen nada que ver tienen un sonido similar. El príncipe Carlos tiene cierto parecido con Nicole Kidman. Los sonidos de sus ojos son parecidos.

Relacionan personas que nunca hubieran asociado, y de hecho pueden hacer conciertos mirando las caras del público. Conecto el ojo electrónico y toco las caras del público. Lo bueno es que, si el concierto no suena bien, es culpa de ellos. No es mi culpa, porque... (Risas)

Otra cosa que pasa es que empiezo a tener este efecto secundario, es decir, que los sonidos normales comienzan a convertirse en color. Oí sonar el teléfono y lo sentí verde porque tiene el mismo sonido del color verde. Los pitidos de la BBC suenan turquesa, y escuchar a Mozart se convirtió en una experiencia amarilla,

entonces empecé a pintar la música y las voces de la gente, porque las voces de las personas tienen frecuencias que se asocian al color.

Y aquí está la música traducida en color. Por ejemplo, la «Reina de la Noche» de Mozart es así: (Música) Muy amarilla y colorida porque hay muchas frecuencias diferentes. (Música) Y esta es una canción completamente diferente. (Música) Es «Baby» de Justin Bieber. (Risas) (Música) Es muy rosa y muy amarilla.

Y luego las voces, puedo transformar los discursos en color, por ejemplo, estos son dos discursos famosos. Uno de ellos es «I have a dream» de Martin Luther King y el otro es de Hitler. Me gusta exhibir estos cuadros en las salas de exposiciones sin la etiqueta, y luego preguntarle a la gente: «¿Cuál le gusta más?» La mayoría cambia de preferencia cuando les digo que el de la izquierda es Hitler y el de la derecha es Martin Luther King.

Llegué a percibir 360 colores, como en la visión humana. Era capaz de diferenciar todos los grados del círculo cromático. Pero luego empecé a pensar que la visión humana no era suficientemente buena. Hay muchos más colores que nos rodean que no podemos percibir, pero que el ojo electrónico sí puede percibir. Entonces decidí seguir ampliando mi percepción del color, y agregué infrarrojos y ultravioletas a la escala de color traducida en sonido, y ahora oigo colores que el ojo humano no puede percibir.

Por ejemplo, percibir los infrarrojos es útil porque se puede identificar si hay detectores de movimiento en una habitación. Puedo oír si alguien me apunta con un control remoto. Y lo bueno de la percepción ultravioleta es que se puede oír si es un buen día o un mal día para tomar el sol, porque los ultravioletas son un color peligroso que realmente nos puede matar, así que creo que todos deberíamos percibir las cosas que no podemos percibir.

Es por eso que hace dos años creé la «Cyborg Foundation», una fundación que trata de ayudar a la gente a convertirse en cíborg y la alienta a ampliar sus sentidos usando la tecnología como parte del cuerpo.

Todos deberíamos pensar que el conocimiento viene de nuestros sentidos, entonces si los ampliamos, por consiguiente, se ampliará nuestro conocimiento. Creo que la vida será mucho más emocionante si dejamos de crear aplicaciones para los teléfonos celulares y empezamos a crear aplicaciones para nuestro cuerpo. Creo que esto será un cambio muy importante que veremos en este siglo.

Así que animo a todos a pensar en los sentidos que les gustaría ampliar. Los animo a convertirse en cíborgs. No estarán solos. Gracias.


 
http://www.ted.com/talks/lang/es/neil_harbisson_i_listen_to_color.html

Peter Gabriel - "New Blood"



Peter Gabriel presenta con un nuevo tratamiento orquestal algunas de sus canciones más famosas, entre otras 'Digging In The Dirt' y 'Don't Give Up'. Las canciones han sido grabadas con una orquesta de 46 músicos. Ha estado de gira por varios países con el espectáculo llamado "New Blood" (con visuales de Robert Hodgin), bajo el slogan "No drums, no guitars"...a pura orquesta. Suena exquisito, la combinación potencia la emotividad en todas las canciones.




Robert Hodgin




Robert Hodgin es un artista visual que vive en San Francisco, USA. Trabaja en visualizaciones tanto en 2D como 3D. Utiliza programas como Java, Processing, C++, Cinder, OpenGL, y GLSL. Ha estado trabajando en los visuales de los últimos conciertos de Peter Gabriel (New Blood) y Aphex Twin, pero ha destacado en el reciente Eyeo Festival 2012, donde se presentó a dar una charla acompañado de 12 proyectos. Cuenta Hodgin que creó un cuarto, una simple caja gris donde domina la gravedad, la luz y el tiempo. Cada proyecto explora un tema. Imperdible combinación de imagen y sonido.

02 octubre 2012

Nano Micrófono



El dispositivo, capaz de registrar sonidos un millón de veces más sutiles que los captados por el oído humano, tendrá importantes aplicaciones médicas

Un equipo de investigadores de la Universidad de Munich, en Alemania, ha desarrollado un micrófono de tamaño nanométrico con el que se pueden escuchar los movimientos de las paredes celulares, la vibración de los glóbulos rojos o la respiración de las bacterias, entre otros objetos microscópicos. El avance, además de acercarnos más que nunca al universo microscópico, resultará clave para la medicina, puesto que podría ayudar a determinar la diferencia sonora entre una célula sana y otra enferma, así como a detectar el movimiento de parásitos por el flujo sanguíneo. (Por Yaiza Martínez).


Lutich ha desarrollado un micrófono muy especial: con él se puede escuchar a las bacterias. En una entrevista reciente, aparecida en la revista Science & Vie, Lutich explica que dicho micrófono sería como un “nano-oído”. Es decir, un dispositivo auditivo de tamaño nanométrico. Su diseño se ha basado en lo que se conoce como “pinzas ópticas”, un dispositivo que emplea partículas cargadas eléctricamente y suspendidas en un rayo láser, para suministrar una fuerza atractiva o repulsiva con la que pueden sostenerse y moverse objetos microscópicos.

En un artículo aparecido al respecto en Physical Review Letters, Lutich y su equipo explican que utilizaron estas pinzas ópticas en la detección ultrasensitiva de ondas de sonido presentes en un medio líquido. En concreto, los investigadores rastrearon con ellas la posición de una única nanopartícula de oro confinada en una trampa óptica tridimensional, y registraron sus vibraciones acústicas a un nivel de potencia acústica de hasta -60 decibelios. Según Lutich, esta potencia registrada sería “un millón de veces menor que el sonido más ínfimo que pudiera detectar un oído humano”. Esta capacidad del “nanomicrófono” para registrar sonidos tan minúsculos podría servir, añade Lutich, “para escuchar los movimientos de las paredes celulares, la vibración de los glóbulos rojos o la respiración de las bacterias”. El microscópico aparato podría ayudar, asimismo, “a determinar la diferencia (sonora) entre una célula sana y otra enferma”, afirma el investigador. “Con nuestro nano-oído hemos desarrollado un nanomicrófono que nos permitirá estar más cerca que nunca de los objetos microscópicos”, señala por su parte otro de los autores del avance, Alexander Ohlinger, en un comunicado de la Universidad de Munich. Ohlinger añade que, gracias a este dipositivo, se podrá “registrar información clave sobre los minúsculos movimientos celulares, sobre los orgánulos de las células y también sobre objetos artificiales microscópicos”.

En 2010, ya hablamos del desarrollo, por parte de investigadores de la Universidad de Glasgow, de la Universidad de Oxford y del National Institute of Medical Research at Mill Hill, en el Reino Unido, de un dispositivo similar al creado por Lutich y su equipo. En aquel caso, los científicos trabajaron en la creación del llamado “ micro-ear”, un sistema también basado en la técnica láser de las pinzas ópticas. La diferencia entre las pinzas y el micro-ear, en aquel caso, radicaba en que en el micrófono minúsculo se reúnen varios rayos de luz láser –en lugar de uno solo, como en las pinzas-, que se disponen en anillo para rodear y captar objetos diminutos. El sonido emitido por dichos objetos es lo que hace que las cuentas suspendidas en la luz de los rayos vibren. Estas vibraciones pueden ser medidas por una cámara de alta velocidad. De este modo, a través de las mediciones registradas, se conoce el sonido de los objetos. Los investigadores británicos consiguieron entonces escuchar con su dispositivo el llamado movimiento browniano de partículas microscópicas, que se produce cuando algunas partículas microscópicas se encuentran en un medio fluido como, por ejemplo, las partículas de polen contenidas dentro de una gota de agua.

Una especial importancia de estos avances radicaría en sus aplicaciones médicas. Así, además de las utilidades destacadas por Lutich y su equipo, los científicos británicos señalaron que pretendían escuchar con su “micro-oído” el movimiento de un parásito conocido como Trypanosoma cruzi, que produce la enfermedad de Chagas. La comprensión del movimiento del parásito que produce esta enfermedad a través del flujo sanguíneo del cuerpo humano podría favorecer el desarrollo de medicamentos que detengan el flagelo de esta bacteria y, por tanto, su propagación por la sangre, afirmaron los científicos.

http://www.tendencias21.net/sitemap/

Rendez Vous

De la serie del programa "Rendez Vous", de CBC Montreal. La propuesta se basa en la grabación en vivo de artistas de diferentes países tocando juntos...


 

01 octubre 2012

Herman Kolgen II

Reconocido por sus creaciones multimedia por más de 20 años, Herman Kolgen es un artista multidisciplinario que vive y trabaja en Montreal. Un verdadero escultor audiocinético que extrae su materia prima de la relación íntima que existe entre imagen y sonido, creando objetos que asumen la forma de instalaciones, videos, performances y esculturas sonoras. Constantemente explorando, trabaja en la coyuntura misma de los diferentes soportes, a la vez que elabora un nuevo lenguaje técnico revestido de una estética singular.

Su trabajo multifacético es, sobre todo, caracterizado por un acercamiento radiográfico a las huellas neurosensoriales y a los estímulos. Este efecto de rayos x, con su calidad inmaterial, le permite que lo invisible se haga visible mediante la intensidad interna de diversas reacciones sensitivas. Inspirado por esta tensión, tan brutal como frágil, construye una narrativa recurrente en la que la fricción temporal constituye el epicentro de su trabajo. En contraste, la noción de lo orgánico está en el centro de sus preocupaciones conceptuales. Combinado y asociado con lo digital y lo electrónico a través de un trabajo de extrema sensibilidad, lo segundo deriva luego hacia formas híbridas e indeterminadas. Su práctica en la instalación integra un trabajo vital de espacialización, notablemente refererido al aspecto del sonido. La creación y uso de sistemas aleatorios de imágenes y sonidos autogenerados también le permite la creación de espacios audiofónicos marcados por su calidad inmersiva. Se destacan en este ámbito las interacciones de Herman Kolgen con numerosos artistas sonoros y compositores electrónicos/electroacústicos como Taylor Deupree, AGF, Sawako y Akira Rabelais, entre otros.





A curva da cintura

Videos extraídos del DVD  "A Curva Da Cintura", proyecto grabado por Arnaldo Antunes y Edgard Scandurra. Grabado en Malí con la participación del músico africano Toumani Diabaté, intérprete del instrumento conocido como "Kora", tradicional de África Occidental, semejante a un arpa de 21 cuerdas.


 



Christian Marclay II



Christian Marclay (1955, USA) es un artista visual y compositor afincado en Nueva York, que explora los patrones de lenguaje que conecta el sonido, la fotografía, el video y el cine.

Marclay utiliza discos de vinilo y giradiscos para sus performances, tanto solo como en colaboración con músicos como John Zorn, William Hooker, Otomo Yoshihide, Butch Morris y otros. Marclay manipula y rompe vinilos para producir loops continuos y brincos, y como el dice prefiere usar sonidos procedentes de discos comprados en mercados de pulgas

Más sobre Ballenas


Las imágenes aquí reunidas han sido generadas por el ingeniero Mark Fischer, utilizando una transformación matemática del sonido. Fischer trabajaba para la marina de Estados Unidos creando softwares de sónares para uso militar pero cambió de profesión -sanamente- después de seguir epifánicamente a un grupo de ballenas azules para un proyecto de trabajo. Este ingeniero se dio cuenta que el método ...estándar de interpretar las canciones de ballenas usando espectrogramas de frecuencias agrupadas a lo largo del tiempo no proveía una representación precisa de la intrincada variedad de los cantos de las ballenas, por lo cual acudió a un campo de las matemáticas conocido como transformación de óndulas.

“Con las óndulas había una imagen que desplegaba una extraordinaria estructura. Algo estaba pasando con este sonido, aunque no estemos seguros exacatamente qué es”, dice Fischer.

La canción

La voz tiene un efecto inmediato en las personas, supongo que vinculado a lo más básico de nuestra comunicación, de nuestra naturaleza orgánica y de supervivencia. Ahora bien, el canto, aún sin letra, porta una significancia lúdica, de seducción de los sentidos, de despreocupación y conexión directa con el placer y el bienestar. No hay nada de urgencia ni peligro ahí. No hay necesidad, no hay que hacer nada. Significa solamente contemplar, y aún más. Como comentaba sobre la teoría de la “Música de las Esferas”, es obvio que estamos “conectados” a través de lo vibracional que altera nuestro cuerpo en niveles insospechados. Me es imposible descifrar o medir ese alcance, pero tengo la capacidad de sentirlo, como cualquiera. Cantando uno sincroniza con notas y tonos vinculados a esas emanaciones sonoras, a esas frecuencias que nos vibran. Y estamos solo hablando del sonido cantado con la voz. Hemos descubierto que provocando las vibraciones de cuerdas y pieles, golpeando elementos como las rocas (muy común entre los aborígenes de Australia o los Sufíes en el desierto, quienes tienen rocas consideradas especiales por su antigüedad y sonido único), y armonizando dichos sonidos, encontramos una sensación de plenitud incomparable. Sintonizados o no con el universo y sus planetas cantantes, con la mismísima Tierra que engendra sus cantos a través de ondas, como ha descubierto la Nasa recientemente, disfrutamos a pleno los efectos de hacer música.

Las letras en las canciones son mensajes, trasmisiones de quiénes somos y dónde estamos parados, pura expresión. Una canción también es un compendio de trucos que atrapan nuestra atención en varios niveles. Me gusta esa conjunción de sonoridad y mensaje, apariencia de “esculturas sonoras” que nos invitan a observar, discernir, encontrar…

Cuando elaborás una canción, se nota claramente que uno va manipulando los diferentes elementos, con conocimiento (o intento de conocimiento) de la reacción del oyente, del destinatario de la canción. Es casi como una receta de cocina…más de esto o de lo otro, te llevan para tal o cual resultado…

Pero hay un equilibrio exquisito en lo que se suma y se resta en la línea de tiempo que dura una canción. En todo lo que ocurre. Adoro ese desafío, esa búsqueda…

Cada canción es un planeta, un paisaje para recorrer, un momento de abstracción, y quizás hasta un sueño…

Al realizarla puedo sentirme como el mago que elabora un truco especial. Un tipo de ilusión particular. Conocés todos los detalles, por qué están ahí, que efecto van a tener. El oyente recibe el paquete completo y “cae” en el truco. Porque estás jugando con la atención del oyente. Me explico. Si colocás un ritmo (uno con djembé, por ejemplo, te sugeriría algo africano, pero si se conjuga con un sinte, empezaría a llevarte por otros lados…), el que oye se conecta con el pulso. En cuándo vuelve tal golpe de tambor, en la precisión de la ejecución, en el tipo de sonido…o sea, se internaliza en todo lo referente a ese ritmo (y al mismo tiempo empieza un viaje, un juego físico de sincronías. Determinadas frecuencias se conectan con ritmos cerebrales vinculados a distintos tipos de estados de ánimo). Pero si a ese ritmo de percusión se le suma otra cosa, y otra, y otra, la atención es manipulada, forzada a recorrer distintos focos…la persona se deja conducir, al mismo tiempo que refleja la consecuencia de su propio sentir. Por un lado entra en el camino de la influencia de las notas musicales, de los ritmos ejecutados, de lo que entra y sale, del mensaje, etc; y por otro engendra una reacción propia, un sentir único producto de su individualidad. Por más que haya mensajes y sintonías propias de una cultura, de los mensajes sociales propios de la época, hay un efecto sumamente personal y que difiere entre una persona y otra, condicionado por todo el bagaje cultural y experiencias de esa persona. Cambia en cada uno. Más o menos, pero cambia. Me gusta observar que es como el significado de los sueños. Me parece errado, por ejemplo, decir que si soñás con agua significa solo tal o cual cosa. Porque el agua tiene diferentes significados para cada persona, conjugado con el significado colectivo. Más allá de una concepción general y sapiencia del agua como elemento constitutivo de nuestro cuerpo, dador y conservador de vida, está la experiencia personal y los significados sumados. Si tu padre muere ahogado, soñar con agua va a tener una carga especial. Si tu padre estaba muriendo en un incendio, y justo lo salva un manguerazo de agua, otro será el significado. Y además, es un significado “mutante”, porque las experiencias de la vida vinculadas a ese elemento determinarán día a día la forma de ese significado. Más si tenemos en cuenta que cuando soñamos, nos estamos enviando/mostrando elementos que nos preocupan, que están en nuestra atención en un momento de nuestra historia. Es un proceso de cambios que incorporan, sumando y restando.

No nos importa develar qué hay detrás de una canción. Consumimos la canción, queremos “su” instante. Nos trasmite, nos mueve. Y más allá de querer volver a escucharla en el momento o años después, queremos escuchar más canciones. Empaparnos de nuevas formas y lenguajes, incorporando sensaciones, sentimientos, mensajes…creciendo con ellas.

(1 de octubre, 2012).



Trascripción del artículo sobre "Música de las Esferas", del 3 de setiembre de 2007:

Este es un mundo sonoro.

La cuestión sobre sonar y absorber sonidos, convivir con ellos por dentro y fuera, forma parte de nuestra naturaleza.

Resulta difícil contemplar el hecho de ser radar y señal emitida. Pero es fácil vivirlo, porque eso somos.

Esa simultaneidad de vibrar y ser vibrado, en fin, abre puertas. Conduce a una cadena de respuestas y futuras cuestiones.

¿Por qué buscamos con tanto énfasis hacer y escuchar música?

Ese orden de sonidos que amalgamamos para nuestro placer, tiene su misterio. El por qué elegimos ciertas notas y tiempos, el modo en que se presentan las vibraciones elegidas, los golpes, cada cuánto tiempo suena tal o cual instrumento -generador de sonido-. Cuál combinación nos emociona o nos exalta.

“Tocar música es conciliar nuestra totalidad en un instrumento, que no es sino el amplificador de nuestros mensajes”, dice el músico Carlos Fregtman en su libro “El Tao de la Música”.

Entonces ¿qué son esos mensajes y por qué precisan ser entonados?

Podemos imaginar que funcionamos como equipo, trasmitiendo información a través de todas las formas de comunicación que manejamos. Si existe la evolución, o al menos la idea de que el ser humano busca la mejor adaptación al medio en que vive, debemos considerar la posibilidad de que somos como un solo cuerpo actualizándonos, haciendo un update continuo de nuestro software interno, creado y compartido entre todos. Lo que sucede en nuestro entorno nos influye y repercute en nuestras manifestaciones.

Respecto a la historia de la música, basta un vistazo para corroborar que con el paso del tiempo hemos volcado distintos “paquetes” de combinaciones sonoras que encajan temporalmente con una identidad cultural. Sin darnos cuenta, investigamos a partir de la vivencia sonora. Cada época y su manantial de estilos musicales va dejando esquelas que otros coterráneos van rumiando, tomando y descartando, conformando la personalidad de un ser que alimenta genes con su información.

La forma en la que se expresa un sentimiento colectivo trasmite códigos de comportamiento sobre qué es lo que funciona, a dónde debemos acercarnos, qué preguntas conviene hacer. Inclusive, vaticina cuál puede ser nuestro próximo paso.

Si, todo eso a través de la música.

“La música y la danza son considerados, tanto por los poetas y profetas de la antigüedad, como por los científicos y físicos modernos, una manifestación de la energía dinámica universal. Los mitos del hombre hablan de la creación del mundo como una danza de Dios. Siva Natarajak, Señor de la Danza, envía palpitantes ondas de sonido a través de la materia, sacudiéndola del letargo hacia la vida. La música y el movimiento, como expresiones orgánicas del ser humano, se encuentran tan enraizados y entrelazados, que es difícil situar el límite entre ambos, si es que existe. Todas las cosas son agregados de átomos que danzan y por sus movimientos producen sonidos. Cuando cambia el ritmo de la danza, cambia el sonido que ésta produce; y a la inversa: la pulsación sonora afecta por sí sola los procesos de movimiento que la circundan. Cada átomo eleva perpetuamente su propio canto, y a cada momento crea formas densas y sutiles. El sonido es movimiento en forma de energía. El movimiento genera un patrón sonoro y cada sonido genera un patrón de movimiento. Son indivisibles, interdependientes e inseparables.” (Carlos Fregtman. “El Tao de la Música”).

Digamos que al hablar de música como una manifestación de la “energía dinámica universal”, nos referimos a un hecho vibracional sonoro real.

Existen sonidos en el universo, y la pregunta es cuánto nos influyen, en qué medida reaccionamos a esas vibraciones.

“Un satélite de la Nasa ha confirmado la ancestral tradición de la música de las esferas, según la cual los cuerpos celestes emiten sonidos armónicos. Aunque la música de las esferas ha derivado primero en la noción de armonía universal y después en simetría, ahora se ha descubierto que la atmósfera del Sol emite realmente sonidos ultrasónicos y que interpreta una partitura formada por ondas que son aproximadamente 300 veces más graves que los tonos que pueda captar el oído humano

La música de las esferas ha apasionado desde siempre a los estudiosos del Universo. Para los pitagóricos, los tonos emitidos por los planetas dependían de las proporciones aritméticas de sus órbitas alrededor de la Tierra, de la misma forma que la longitud de las cuerdas de una lira determina sus tonos. Las esferas más cercanas producen tonos graves, que se agudizan a medida que la distancia aumenta.

Lo más hermoso era que, según ellos, los sonidos que producía cada esfera se combinaban con los sonidos de las demás esferas, produciendo una sincronía sonora especial: la llamada “música de las esferas”.

Para los pitagóricos, por tanto, el Universo manifiesta proporciones “justas”, establecidas por ritmos y números, que originan un canto armónico. El cosmos, a sus ojos, es por tanto un sistema en el que se integran las siete notas musicales con los siete cuerpos celestes conocidos entonces (el Sol, la Luna y los cinco planetas visibles). A estos planetas se añadían tres esferas suplementarias que alcanzaban el 10, el número perfecto.

La misma armonía celestial fue descrita por Platón cuando, en Epinomis, declaró que los astros ejecutan la mejor de todas las canciones. Cicerón también se refirió en el canto de Escipión a ese sonido tan intenso como agradable que llenaba los oídos de su héroe y que se originaba en las órbitas celestes, reguladas por intervalos desiguales que originaban diferentes sonidos armónicos.

La tradición que consideraba al Universo como un gran instrumento musical se prolonga durante la Edad Media y hasta el siglo XVII, en el que tanto Kircher (que hablaba de “la gran música del mundo”) como Fludd (que concebía un Universo monocorde en el que los diez registros melódicos evocados por los pitagóricos traducían la armonía de la creación), dejaron constancia de su vigencia.

Sin embargo, fue el astrónomo Kepler quien estableció que un astro emite un sonido que es más agudo tanto en cuanto su movimiento es más rápido, por lo que existen intervalos musicales bien definidos que están asociados a los diferentes planetas. Kepler postuló, en su obra Harmonices Mundi, que las velocidades angulares de cada planeta producían sonidos.

De hecho, Kepler llegó a componer seis melodías que se correspondían con los seis planetas del sistema solar conocidos hasta entonces. Al combinarse, estas melodías podían producir cuatro acordes distintos, siendo uno de ellos el acorde producido al inicio del universo, y otro de ellos el que sonaría a su término.” (archivos abril 2006, “Música de las esferas”)

¿Será que hay tremendo vínculo entre la música que hacemos y las emanaciones sonoras del sistema Solar? ¿Cuál es la incidencia que tendrá sobre nuestros gustos musicales?

Cuando una orquesta ejecuta una obra de música clásica, observamos que los distintos grupos de instrumentos se complementan cubriendo capas de sonido de diversas frecuencias. Por ejemplo, los violines cubren los agudos, las violas los medios y los cellos los graves. Si bien disfrutamos de la ejecución de un instrumento solista, suele afectarnos el impacto de la pared sonora conformada por varios instrumentos ejecutados simultáneamente. El arte de alternar elementos sonoros generados por vibraciones de cuerdas, soplos a través de caños de metal, golpes en pieles tensadas, etc, se corresponde con una búsqueda impulsada por el conocimiento de determinadas reacciones en el público. Específicamente en las sensaciones y emociones que provoca en cada persona.

¿Existe la posibilidad de que la exploración de frecuencias que realizamos tenga que ver con la necesidad de complementar dicha gama con las ondas sonoras que recibimos desde el espacio?

Quizás estemos buscando armonizar los sonidos que podemos generar con nuestros instrumentos y los infrasonidos que llegan desde afuera.

Puede ser que sentir satisfacción a través de la música mantenga una estrecha relación con empaparse de un gran espectro de sonidos, gozando de una alianza invisible entre los tonos que emitimos y los que genera la naturaleza.

Vivimos insertos en un concierto: nuestro corazón palpita con su ritmo en el pecho mientras los fluidos se acomodan al pulso de nuestro respirar. Cuando caminamos nuestros pasos percuten la Tierra que nos hospeda. Este planeta también gorgojea y se mueve en una gran coordinación celestial mientras vamos recorriendo un espacio habitado por ondas sonoras que nos abrazan.

“Tanto en Mozart como en Beethoven se advierten observancias matemáticas similares a las de Bach y hay evidencias de que ambos compositores tenían presente en su obra una suerte de numerología “mágica”, en parte derivada de los rituales francmasónicos. Ese tipo de especulación floreció en el Siglo de las Luces francés: teorías como las de Pere Castel (1688-1755), que recuperó la vieja doctrina de la música de las esferas y procuró investigar las relaciones entre las series armónicas audibles y el espectro solar visible, atrajeron a los filósofos racionalistas, tal vez porque la Iglesia las consideraba una herejía.Antoine Fabre-d’Olivier (1767-1825) estimó que la música no era un arte de ritmos y sonidos, sino un código empírico que permitía leer el orden cósmico. Dio a los planetas correspondencias tonales -el do caracterizaba a Venus, el sí al maléfico Saturno- y construyó un esquema astrológicomusical que permitiría revelar la impronta celestial en los asuntos humanos.

Es improbable que Beethoven haya leído a los ¿musicólogos? franceses, pero él también creía que “se necesita un ritmo del espíritu para asir la esencia de la música: porque la música nos concede el atisbo de sentimientos celestiales”, escribió a la escritora alemana Bettina Brentano. Y más: “La semilla necesita de la tierra húmeda, eléctrica, cálida, para germinar, para expresarse. La música es la tierra eléctrica en que el espíritu florece, vive, inventa. Cada pensamiento musical está íntimamente, indivisiblemente, relacionado con la armonía total, que es la Unidad. Todo lo que es eléctrico estimula en la mente la creación fluida, anhelante, musical. Yo soy eléctrico por naturaleza”. (archivos mayo 2006, “Electricidades”, Gelman).

“Del mismo modo que el músico busca la expresión musical, la música del universo busca ser expresada” (Marlo Morgan. “Las Voces del Desierto”).

(Publicado en este blog, 3 de setiembre de 2007)




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