31 marzo 2006

Soundtrack II


Ennio Morricone es un compositor italiano reconocido por realizar emotivas bandas sonoras para películas de diversos géneros. Este músico de 78 años viene componiendo desde 1962 hasta la fecha.

El hombre sabe ensalzar tanto una comedia (“La Jaula de las locas”, Edouard Molinaro, 1980), una de terror (“La cosa”, John Carpenter, 1982), como una llena de nostalgia (“Cinema Paradiso”, Giuseppe Tornatore, 1988).

Por el resultado de sus obras es obvio que ha encontrado la forma de suministrar las melodías adecuadas para cada situación. En la vida real los sucesos están envueltos en sonidos ambiente, y tal vez alguna música casual, pero no suele ser así en el cine, donde se enfatizan los sucesos intencionalmente con música acorde a la temática. Cuando vemos una escena dramática, por ejemplo, la música que acompaña funciona como un sintonizador que conecta el sentir de los personajes con el del espectador. Pareciera que cuando los personajes sufren un problema, con la música de fondo se enciende la posibilidad de sentirlo en nuestro interior. Hay estudios dirigidos a la forma en que determinados sonidos afectan a nuestro cerebro y las reacciones que producen. Y sin duda la composición musical también está basada en el arte de poder manipular esos efectos.

Morricone tiene la habilidad de interpretar melodías con pocas notas, pero son “esas notas”. De mi predilección es la banda sonora de “La Misión” (Roland Joffé, 1986), particularmente el segundo track del CD ("Falls"), que tiene 1 minuto y 53 segundos de duración. Empieza suavemente como un lamento, una confesión de que algo anda mal, que molesta y es urgente cambiarlo. Pronto llega un gran cambio orquestal, y aquella flauta grave y solitaria da paso a una intensa oleada de violines. Entonces parece que estuviéramos al borde de un precipicio y saltáramos despreocupados al vacío. Una sensación gloriosa de liberación.

Por la época en la que compré el disco, solía invitar a familiares y amigos para que se sentaran en una silla, en el medio de la habitación, y los disponía a escuchar en silencio. Apagaba las luces y colocaba ese fragmento, reproduciéndolo a buen volumen en un equipo de audio Technics. Yo mismo solía hacerlo de vez en cuando, dejando que aquello me robara. Exquisito.

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