Primero hay que agradecer a la Embajada de Méjico que tuvo la excelente idea de traer al músico Jorge Reyes para esta fecha, conmemorando el Día de los Muertos. Y en especial al agregado cultural Héctor Aguiar, quién facilitó la presente entrevista en forma exclusiva para En el Aire.
El concierto ritual se llevó a cabo en la Sala Vaz Ferreira, una de las mejores salas debido a su acústica.
Había ofrendas al pie del escenario (un altar dedicado al escritor Juan Rulfo), incluyendo calaveras de diversos tamaños, flores, montones de velas e inciensos. Luces tenues, rojas y azules.
En el medio había un semicírculo de aparatos electrónicos. Un teclado, un tambor grande, algunos sonajeros, y ocarinas y silbatos en una mesa.
El recital comenzó con la entrada de Jorge Reyes tocando una caracola, seguido por un bailarín (Lino Gutiérrez) ataviado con un enorme sombrero de plumas, traje y piernas pintadas, danzando con sus sonajeros atados a los tobillos, y blandiendo en sus manos las mandibulas de algún animal.
De a poco fueron desenvolviéndose los climas, mientras Reyes ejecutaba ocasionales flautas (también la traversa), cantando casi todo el tiempo y tocando ritmos en el tambor con la mano derecha, mientras la izquierda aporreaba el teclado generando atmósferas a veces más rituales, a veces cargadas de sonidos de fuentes irreconocibles. Fue un placer escuchar cómo amalgamó los sonidos electrónicos más contemporáneos con los instrumentos típicos de origen precolombino. Y también ver cómo variaba el uso de la voz utilizando diferentes recursos como golpearse el pecho, bajar hasta tonos gravísimos o lograr ondularla emulando una misteriosa ceremonia indígena.
Entretanto, el personaje masculino danzaba y acompañaba ocasionalmente con teponaztli (tronco ahuecado con dos lengüetas para percutir), y un personaje femenino recitaba poemas hablando sobre el significado de la vida y la muerte.
Luego de una hora y pico de música ininterrumpida (presentada como un todo, sin pausas y nada de aplausos), Jorge Reyes se despidió del escenario agradeciendo la oportunidad y deseando que hubiéramos disfrutado del espectáculo: “espero que no les haya parecido una música muy rara”, comentó.
A continuación fuimos invitados a la antesala para disfrutar de un festejo al estilo mexicano: sirvieron café y chocolate en tacitas de barro, torta, tamales y calaveritas de azúcar. Jorge Reyes también estuvo allí, conversando con nosotros.
¿Cuál es la música que se escucha en los festejos del “Día de los muertos” en Méjico?
La música varía mucho, la que se pone en las tumbas. Ponen música tropical, música sabrosa, para bailar, romántica, pues de todo…
¿Podés cantar algún pedacito?
Bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez…(risas)
¡Todavía te queda voz! Y hablando de voz… en este recital hubo mucho trabajo vocal. En una parte me pareció que cantabas al estilo de los siberianos, Tuva, y no recuerdo haberlo escuchado en tus discos…
Con armónicos, si. Es que también los indígenas hacen ese tipo de armónicos. Estudié en el Tíbet, estudié música en la India, y ahí está la Universidad tibetana…ahí vive el Dalai Lama…entonces estuve ahí como 6 meses estudiando, ya hace mucho tiempo…
Contáme de tu último disco “Pluma de Piedra”, donde fusionás más que nunca tus percusiones y flautas precolombinas con bases y loops electrónicos, junto al músico holandés Piet Jan Blauw…¿cómo lo conociste?
A “Juan Pedro Azul”, si…lo conocí en Holanda, en alguno de los viajes. Pasaron muchos años hasta que hicimos algo juntos musicalmente. Él es más inventor que músico…es constructor de instrumentos y de artefactos sonoros. Ahora toca más, pero en aquel tiempo él inventaba aparatos electrónicos con ondas de radio y antenas, que los tocas en el “viento”. Así fue como lo conocí, más como fotógrafo, artista que hacía instalaciones. Después de varios años estuvimos viendo la posibilidad de hacer un disco juntos, y ya.
Volviendo a la fiesta de los muertos allá en Méjico ¿cómo queda la gente luego de los festejos?
Pues bueno, la gente queda exhausta, se quedan toda la noche, unos duermen, otros no, pero hay mucha actividad en los cementerios. Están llenos de flores, música y comida, y la gente no se va de ahí hasta que amanece. Hasta que no despunta el sol, la gente no se va a dormir. De la noche del primero al amanecer del día dos de noviembre. El mero dos al mediodía no hay nadie en el panteón, está todo solo, nada más quedan las flores y las ofrendas. Las ofrendas se quedan ahí, nadie las toca. Hay muchas ofrendas diversas: unas que son del cementerio y otras de las casas particulares, hasta en oficinas y lugares públicos también, en las plazas, y hay muchas ofrendas como en esta celebración realizada aquí, ahora mismo, en las que la gente llega y se lleva todo. Normalmente la gente va y se come el pan de ahí, toma una fruta o se lleva las flores o una calavera, o una veladorcita. Puede uno llevarse los objetos después de un evento, pero por ejemplo en los panteones se quedan las cosas así tal cual, nadie las toca. Hasta pasan dos, tres meses y ahí siguen las flores. Se llena todo el panteón de flores, unas que solo se dan en octubre y solo se usan para las ofrendas. Se llaman cempasúchtli. Normalmente uno no tiene esas flores en su casa ni las regala, son flores de día de muertos, nada más.
Hablabas de no dormir durante la fiesta e inevitablemente me acordé de las fiestas de los Huicholes. Has usado varias veces grabaciones de ellos en tus discos.
Si, si. Estuve en unas ceremonias, tocan con unos violincitos pequeños, una música maravillosa. He participado de su costumbre, el uso ceremonial del peyote, sus rituales.
En tu disco “Comala” también combinaste los cantos de la curandera María Sabina con tu música ¿cómo se te ocurrió?
Pues tengo una grabación que hice de hace unos 30 años, y cuando hice “Comala” la quise usar. Fue la primera vez que tuve la posibilidad de usar un sampler. Fue por 1987. Y bueno, ahí surgió la posibilidad de meter la voz, tocando el teclado. Es una voz maravillosa.
Muchas gracias por tu música y tu tiempo.
Mucho gusto de estar aquí, como decimos allá: compartiendo.
---------------------------------------
Continuamos tomando chocolate y comentando sobre los discos que estaban a la venta, repartidos a montones sobre una mesa. Una mujer lo acompañaba.
¿Eres la esposa de Jorge?
Si. Mi nombre es Arianne Pellicer.
¿Cómo es ser la esposa de Jorge? Descríbemelo en el plano que quieras…
Pues es bastante excitante (risas). Sí, es muy excitante. Viaja uno mucho, se trabaja con él. Tenemos una hija de seis años. A veces también es agotador. Es muy increíble porque él es muy creativo, siempre está trabajando, siempre está haciendo algo.
¿Cómo lo ayudás en todo esto? ¿cuál es tu parte?
Yo hago el personaje que recita los poemas durante el concierto.
¡No te reconocí!
No pues, estaba yo muy disfrazada.
¿Algunos de esos poemas no son los que se escuchan en el último disco, “Pluma de Piedra”?
Sí, una parte si. Poesía fúnebre de Netzahualcóyotl. Usé uno que dice cuál es la realidad, “el mundo de los descarnados”. Entre los dos dijimos pues qué podiamos hacer, y decidimos que los poemas fúnebres.
Sigo pensando que no te reconocí. En el escenario aparecés tan dura, y ahora mismo sos tan cálida
(Risas) ¡pues si, es que es el personaje del monstruo dual!
¿Te grabó la voz en algún disco? Tenés un sonido bien interesante.
No, pero se viene, ahí viene…
Gracias por tu atención y buena suerte, espero escucharte pronto.
Pues muchas gracias a tí. Adoro estar aquí. Qué maravilla poder viajar hasta acá. Llegamos directo a trabajar pero pude ver algunas cosas ya. Nos vemos.
“¿Acaso es la casa de todos allá,
donde están los que ya no tienen cuerpo?
¿O acaso aquí en la Tierra es el sitio
donde están los que ya no tienen cuerpo?
Totalmente nos vamos.
Nadie perdura en la Tierra.
Las flores no se pueden llevar,
Los cantos no se pueden llevar al reino del misterio.
Totalmente nos vamos.”
(2 de noviembre 2005 - Montevideo, Uruguay)
El concierto ritual se llevó a cabo en la Sala Vaz Ferreira, una de las mejores salas debido a su acústica.
Había ofrendas al pie del escenario (un altar dedicado al escritor Juan Rulfo), incluyendo calaveras de diversos tamaños, flores, montones de velas e inciensos. Luces tenues, rojas y azules.
En el medio había un semicírculo de aparatos electrónicos. Un teclado, un tambor grande, algunos sonajeros, y ocarinas y silbatos en una mesa.
El recital comenzó con la entrada de Jorge Reyes tocando una caracola, seguido por un bailarín (Lino Gutiérrez) ataviado con un enorme sombrero de plumas, traje y piernas pintadas, danzando con sus sonajeros atados a los tobillos, y blandiendo en sus manos las mandibulas de algún animal.
De a poco fueron desenvolviéndose los climas, mientras Reyes ejecutaba ocasionales flautas (también la traversa), cantando casi todo el tiempo y tocando ritmos en el tambor con la mano derecha, mientras la izquierda aporreaba el teclado generando atmósferas a veces más rituales, a veces cargadas de sonidos de fuentes irreconocibles. Fue un placer escuchar cómo amalgamó los sonidos electrónicos más contemporáneos con los instrumentos típicos de origen precolombino. Y también ver cómo variaba el uso de la voz utilizando diferentes recursos como golpearse el pecho, bajar hasta tonos gravísimos o lograr ondularla emulando una misteriosa ceremonia indígena.
Entretanto, el personaje masculino danzaba y acompañaba ocasionalmente con teponaztli (tronco ahuecado con dos lengüetas para percutir), y un personaje femenino recitaba poemas hablando sobre el significado de la vida y la muerte.
Luego de una hora y pico de música ininterrumpida (presentada como un todo, sin pausas y nada de aplausos), Jorge Reyes se despidió del escenario agradeciendo la oportunidad y deseando que hubiéramos disfrutado del espectáculo: “espero que no les haya parecido una música muy rara”, comentó.
A continuación fuimos invitados a la antesala para disfrutar de un festejo al estilo mexicano: sirvieron café y chocolate en tacitas de barro, torta, tamales y calaveritas de azúcar. Jorge Reyes también estuvo allí, conversando con nosotros.
¿Cuál es la música que se escucha en los festejos del “Día de los muertos” en Méjico?
La música varía mucho, la que se pone en las tumbas. Ponen música tropical, música sabrosa, para bailar, romántica, pues de todo…
¿Podés cantar algún pedacito?
Bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez…(risas)
¡Todavía te queda voz! Y hablando de voz… en este recital hubo mucho trabajo vocal. En una parte me pareció que cantabas al estilo de los siberianos, Tuva, y no recuerdo haberlo escuchado en tus discos…
Con armónicos, si. Es que también los indígenas hacen ese tipo de armónicos. Estudié en el Tíbet, estudié música en la India, y ahí está la Universidad tibetana…ahí vive el Dalai Lama…entonces estuve ahí como 6 meses estudiando, ya hace mucho tiempo…
Contáme de tu último disco “Pluma de Piedra”, donde fusionás más que nunca tus percusiones y flautas precolombinas con bases y loops electrónicos, junto al músico holandés Piet Jan Blauw…¿cómo lo conociste?
A “Juan Pedro Azul”, si…lo conocí en Holanda, en alguno de los viajes. Pasaron muchos años hasta que hicimos algo juntos musicalmente. Él es más inventor que músico…es constructor de instrumentos y de artefactos sonoros. Ahora toca más, pero en aquel tiempo él inventaba aparatos electrónicos con ondas de radio y antenas, que los tocas en el “viento”. Así fue como lo conocí, más como fotógrafo, artista que hacía instalaciones. Después de varios años estuvimos viendo la posibilidad de hacer un disco juntos, y ya.
Volviendo a la fiesta de los muertos allá en Méjico ¿cómo queda la gente luego de los festejos?
Pues bueno, la gente queda exhausta, se quedan toda la noche, unos duermen, otros no, pero hay mucha actividad en los cementerios. Están llenos de flores, música y comida, y la gente no se va de ahí hasta que amanece. Hasta que no despunta el sol, la gente no se va a dormir. De la noche del primero al amanecer del día dos de noviembre. El mero dos al mediodía no hay nadie en el panteón, está todo solo, nada más quedan las flores y las ofrendas. Las ofrendas se quedan ahí, nadie las toca. Hay muchas ofrendas diversas: unas que son del cementerio y otras de las casas particulares, hasta en oficinas y lugares públicos también, en las plazas, y hay muchas ofrendas como en esta celebración realizada aquí, ahora mismo, en las que la gente llega y se lleva todo. Normalmente la gente va y se come el pan de ahí, toma una fruta o se lleva las flores o una calavera, o una veladorcita. Puede uno llevarse los objetos después de un evento, pero por ejemplo en los panteones se quedan las cosas así tal cual, nadie las toca. Hasta pasan dos, tres meses y ahí siguen las flores. Se llena todo el panteón de flores, unas que solo se dan en octubre y solo se usan para las ofrendas. Se llaman cempasúchtli. Normalmente uno no tiene esas flores en su casa ni las regala, son flores de día de muertos, nada más.
Hablabas de no dormir durante la fiesta e inevitablemente me acordé de las fiestas de los Huicholes. Has usado varias veces grabaciones de ellos en tus discos.
Si, si. Estuve en unas ceremonias, tocan con unos violincitos pequeños, una música maravillosa. He participado de su costumbre, el uso ceremonial del peyote, sus rituales.
En tu disco “Comala” también combinaste los cantos de la curandera María Sabina con tu música ¿cómo se te ocurrió?
Pues tengo una grabación que hice de hace unos 30 años, y cuando hice “Comala” la quise usar. Fue la primera vez que tuve la posibilidad de usar un sampler. Fue por 1987. Y bueno, ahí surgió la posibilidad de meter la voz, tocando el teclado. Es una voz maravillosa.
Muchas gracias por tu música y tu tiempo.
Mucho gusto de estar aquí, como decimos allá: compartiendo.
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Continuamos tomando chocolate y comentando sobre los discos que estaban a la venta, repartidos a montones sobre una mesa. Una mujer lo acompañaba.
¿Eres la esposa de Jorge?
Si. Mi nombre es Arianne Pellicer.
¿Cómo es ser la esposa de Jorge? Descríbemelo en el plano que quieras…
Pues es bastante excitante (risas). Sí, es muy excitante. Viaja uno mucho, se trabaja con él. Tenemos una hija de seis años. A veces también es agotador. Es muy increíble porque él es muy creativo, siempre está trabajando, siempre está haciendo algo.
¿Cómo lo ayudás en todo esto? ¿cuál es tu parte?
Yo hago el personaje que recita los poemas durante el concierto.
¡No te reconocí!
No pues, estaba yo muy disfrazada.
¿Algunos de esos poemas no son los que se escuchan en el último disco, “Pluma de Piedra”?
Sí, una parte si. Poesía fúnebre de Netzahualcóyotl. Usé uno que dice cuál es la realidad, “el mundo de los descarnados”. Entre los dos dijimos pues qué podiamos hacer, y decidimos que los poemas fúnebres.
Sigo pensando que no te reconocí. En el escenario aparecés tan dura, y ahora mismo sos tan cálida
(Risas) ¡pues si, es que es el personaje del monstruo dual!
¿Te grabó la voz en algún disco? Tenés un sonido bien interesante.
No, pero se viene, ahí viene…
Gracias por tu atención y buena suerte, espero escucharte pronto.
Pues muchas gracias a tí. Adoro estar aquí. Qué maravilla poder viajar hasta acá. Llegamos directo a trabajar pero pude ver algunas cosas ya. Nos vemos.
“¿Acaso es la casa de todos allá,
donde están los que ya no tienen cuerpo?
¿O acaso aquí en la Tierra es el sitio
donde están los que ya no tienen cuerpo?
Totalmente nos vamos.
Nadie perdura en la Tierra.
Las flores no se pueden llevar,
Los cantos no se pueden llevar al reino del misterio.
Totalmente nos vamos.”
(2 de noviembre 2005 - Montevideo, Uruguay)
2 comentarios:
Que envidia!!! Soy mexicano y nunca he tenido la fortuna de vivir esa experiencia de escuchar la musica del maestro Reyes en vivo.... Que afortunados son!!! Saludos y mucha paz!
Dos cosas:
1.- No se escribe "Méjico" se escribe México, con X
2.- No es "cempasúchtli" es cempasúchitl
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