04 octubre 2006

Los cantos de Fátima Miranda


A continuación transcribo la trayectoria de esta original cantante española, cuya búsqueda como vocalista recuerda a las exploraciones de Meredith Monk, tal cual sugiriera un amigo. Pero de ninguna forma puede decirse que la emula o la copia. Tan solo es semejante. Basta con escucharla para descubrir los nuevos mundos propuestos por su voz. Una voz que es instrumento, que se rasga o se dulcifica, que induce a recorrer caminos muy personales y esmeradamente novedosos.

Desde su sitio pueden descargarse gratuitamente -y sin registrarse- algunas de sus canciones. No se lo pierdan.

Fátima Miranda nace en Salamanca y vive en Madrid. Tras finalizar sus estudios de Historia del Arte, se especializa en Arte Contemporáneo y publica dos libros sobre arquitectura y urbanismo. Su interés por las vanguardias le llevan a prestar atención especial a la performance-art, el vídeo-arte y la música minimalista, pero sobre todo a la relación arte-vida y artista-espectador. Guiada por ese hilo conductor y tras conocer al músico Llorenç Barber, encuentro que sería determinante para su evolución artística, fundó con aquél el grupo de improvisación Taller de Música Mundana. Cuando fue nombrada directora de la Fonoteca de la Universidad Complutense de Madrid (1982-1989) decidió simultanear ambas actividades con estudios de solfeo, saxofón alto y percusión. Muy pronto comenzó a descubrir en su voz un insospechado y precioso potencial que decidió explorar rigurosamente y hasta sus máximas consecuencias.

Desde 1983 viene realizando un trabajo de investigación en torno a la voz y a la música vocal de culturas tradicionales, que le ha llevado a emplear la voz no sólo como fuente sonora del canto y del habla, sino también como instrumento de viento y de percusión instalado en el propio cuerpo, y ello al servicio de la creación de todo un lenguaje musical propio.

En principio y a partir de un trabajo solitario, experimental y sistemático, desarrolló una serie de técnicas vocales únicas y personales, con las que confeccionó un catálogo para uso privado, ya que al ser éstas de invención propia y no contando con precedente alguno, precisaba clasificarlas y darles nombre, con el fin de fijar sus parámetros de timbre y registro y poder disponer de un código preciso a la hora de componer o de trabajar con otros compositores. Los primeros resultados de esta minuciosa tarea se vieron reflejados en Flatus Vocis Trio, grupo dedicado a la poesía fonética, y en su colaboración con el compositor francés Jean-Claude Eloy.

Entre 1983 y 1993 estudió bel canto con Esperanza Abad, Mª Dolores Ripollés, Jesús Aladrén y Evelyne Koch, con el fin de poder asociar unas y otras técnicas vocales, habitualmente consideradas incompatibles.

En 1987-1988 estudió en París técnicas vocales tradicionales con la japonesa Yumi Nara, gracias a una beca concedida por la Fundación Juan March.

En 1988 aprendió canto difónico mongol en el Museo del Hombre de París con Tran Quang Haï -consistente en la producción simultánea de dos emisiones vocales: la nota fundamental como bordón y la melodía producida por su serie de armónicos-. A partir de esta práctica descubre la importancia de la relación Escucha / Emisión de voz, aspecto en el que profundiza gracias también al Profesor Alfred Tomatis.

Desde 1988 hasta hoy, primero recibiendo cursillos en Francia y Holanda y más tarde a base de largas estancias en la India, tras haber obtenido en 1989 una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores, estudia música y canto Dhrupad con diferentes miembros de la eminente familia Dagar. Esta tradición ha sido transmitida oralmente y con toda su pureza de padres a hijos desde el siglo XVII, durante diecinueve generaciones hasta hoy por dicha familia.

Como consecuencia de todo ello su trabajo se enriqueció enormemente a partir del entrenamiento de la escucha sutil de microtonos y de armónicos y por tanto de la emisión vocal de los mismos, siempre en función de la composición y de la armonía.

Es importante reseñar que si bien la forma y estructura de las obras de Fátima Miranda no guardan una semejanza con las músicas de aquellas culturas, en esencia sí se relacionan, pero sólo en lo que se refiere al tratamiento microtonal, al enfoque de la dinámica y del ritmo y a las variadas y refinadas formas de cantar.

Desde una posición deliberada de ruptura se trataba de hacer compatibles lenguajes musicales, vocales, gestuales y dramáticos, aparentemente ajenos, pero que de hecho guardan una estrecha relación entre sí e incluso con el patrimonio musical español. Tanto el carácter microtonal y exigente sentido rítmico del flamenco, las albórbolas gallegas (aturuxos) y vascas (irrintxis), los yodels baleares, el silbo gomero, como los timbres guturales, oscuros, graves, roques, chillones o brillantes, que a la vez colorean y dan carácter a numerosas manifestaciones de esta rica herencia musical, están presentes en culturas musicales como la india, japonesa, mongola, árabe, coreana, china o africana. De alguna manera Fátima Miranda había logrado poner aquello en rica y desprejuiciada convivencia con el bel canto, y todo ello en diálogo con opciones estéticas de vanguardia. Así en 1991 esta trayectoria cristalizaría en la creación de su concierto espectáculo para voz sola Las Voces de la Voz, del que ha sido editado un disco compacto.

En 1996 recibe la beca DAAD, siendo invitada como artista en residencia en Berlín.

En las obras que incluyen Concierto en Canto y ArteSonado, ambos también editados en D.C., al igual que en su anterior trabajo a solo, la voz es tratada bajo todas sus posibilidades de expresión cantada y hablada, empleando técnicas vocales occidentales, orientales, o bien de su propia invención, algunas de ellas multifónicas, con las que cubre un registro de cuatro octavas, sin valerse para ello de manipulación electrónica alguna. Ello unido al importante componente gestual, dramático y poético que acompaña sus actuationes, crea una variedad de ambientes y genera un tipo de emociones que hacen de éste un producto único que atrae la atención de un público de procedencia muy diversa.

La obra de Fátima Miranda, mas allá y además de un cultivado virtuosismo, procede de una lenta y consciente digestión de la vida misma: de sus viajes, de sus plurales estudios, de la equivocación, la contradicción, el juego, el hallazgo, la provocación, el sentido del humor y por supuesto de una exigente disciplina, pero superada y por tanto desprovista de rigidez, intención y exhibicionismo. La música y la voz de esta creadora, transgrede y trasciende por ser, sin querer ni poder evitarlo, lo que ella misma es.

http://www.fatima-miranda.com


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