“La localidad marroquí de Assilah se ha llenado este mes de sabores y tradición mexicanas gracias a la iniciativa de acercar a ese país una "probadita" de su comida, música, arte y cultura.
Durante la celebración del Trigésimo Foro Cultural Internacional de esa localidad -que concluye a finales de agosto de 2008- el proyecto de la compañía mexicana HispanoUSA ha sido lanzado con el objetivo de "invadir los corazones en el extranjero" con la riqueza natural mexicana”.
Entre otros músicos estará Jorge Reyes con su sonido ritual inspirado en el mundo prehispánico. Durante mucho tiempo, Reyes ha sido un explorador en este género, combinando instrumentos autóctonos y propios de las culturas indígenas como tambores de diferentes grupos étnicos, flautas de barro, ocarinas, caparazones de tortuga, troncos ahuecados, y lo más nuevo del mundo sonoro electrónico.
A continuación trascribo un artículo donde comentan sobre otra de sus recientes experiencias.
“¿Cómo se escucharía una sonata de Bach interpretada con chelo, conchas prehispánicas, ocarinas, caracoles y secuencias electrónicas? Parecería como si se juntara el agua con el aceite. Pues esto es lo que harán dos virtuosos de la música en México: Jimena Giménez Cacho y Jorge Reyes, quienes unen su arte sonoro; la primera, con el chelo, y el segundo, con toda la parafernalia tecnoprecolombina, en un performance acústico en el teatro El milagro, en la colonia Juárez.
Giménez Cacho entra a esa alquimia con el experimentador Jorge Reyes para realizar un viaje sonoro que recorrerá música de autores clásicos y propuestas de otros outsiders, como el inventor del Sonido 13, Julián Carrillo. La “sabiduría racional de texturas abstractas y melódicas del violonchelo” con los pretéritos sonidos que maneja Reyes conducirán al respetable por senderos poco escuchados antes. “No son otras versiones de Bach, sino las nuestras”, dice Giménez Cacho.
Replanteamiento
¿Qué tiene que ver el chelo con instrumentos prehispánicos y electrónicos?, se le pregunta a la chelista, quien ha estudiado en México, España, Francia y Alemania, y ha tocado con diversas orquestas sinfónicas y filarmónicas, como la de la Ciudad de México.
“No creo que tengan mucho que ver –reponde–, pero lo que resalta es el encuentro con Jorge Reyes en un momento en que había dejado el chelo guardado en el clóset. Me dijo que estaba loca, que hiciéramos algo juntos y éste es el resultado. Como he estado encerrada en el mundo clásico –en el que la sonata tal se tiene que tocar rigurosamente de determinada forma–, este proyecto es como una ruptura con la que se me abre otra puerta. Luego del trabajo sobre Julián Carrillo (grabó un disco sobre piezas del inventor del Sonido 13) me sentía agotada, fue algo que me hizo replantear la existencia.”
Ahora, continúa, “las sonatas que están en cuartos de tono hacen que se desarticule todo. El diapasón del chelo se convierte en una pista de patinaje; todos los sonidos son bienvenidos. El oído, obligado, se te abre; lo desafinado deja de serlo. Se desintegra todo ese mundo de rigor. Yo me sentía desintegrada y con Jorge y sus caracoles, conchas… veo que ahí está la microtonalidad, y nos unimos, para la libertad de improvisar, recrear”.
Academia y libertad
La creadora afirma que en un concierto de música de academia también “se puede levitar dentro de ese rigor, pero es una libertad muy ceñida. Hay vocaciones para todo; hay gente que levita en un atril de orquesta, y otros en la experimentación. Un concierto de academia tiene que ser ultra perfecto y de cierta manera establecida: el re tiene que estar en las vibraciones justas de la nota que estudiaste, pero en este tipo de proyectos hay mayor libertad y más sorpresas y cada quien tiene su momento y todo su valor”.
Para Jorge Reyes –quien el 8 de agosto partió hacia dos festivales, uno en Marruecos y otro en Irlanda— se trata de experimentación, pero no porque no se sepa adónde ir, sino “porque generalmente cuando dices que haces música experimental es como si no tuvieras idea de lo que estás haciendo. No estamos experimentando porque estemos buscando algo, lo hacemos, pero con nuestras presencias, anímica y sonora. No es que estemos rompiendo estructuras o buscando hilos negros. Rompemos las reglas –las nuestras– para divertirnos. Es una experiencia creativa que propone otras formas de ser creativo”.
Agrega: “Es una irreverencia con nuestras propios propuestas; nos burlamos de nosotros mismos. Estamos sobrepasando nuestros límites.”
Agua y aceite es el nombre de este espectáculo.
www.jornada.unam.mx/impresa.php
www.informador.com.mx
Durante la celebración del Trigésimo Foro Cultural Internacional de esa localidad -que concluye a finales de agosto de 2008- el proyecto de la compañía mexicana HispanoUSA ha sido lanzado con el objetivo de "invadir los corazones en el extranjero" con la riqueza natural mexicana”.
Entre otros músicos estará Jorge Reyes con su sonido ritual inspirado en el mundo prehispánico. Durante mucho tiempo, Reyes ha sido un explorador en este género, combinando instrumentos autóctonos y propios de las culturas indígenas como tambores de diferentes grupos étnicos, flautas de barro, ocarinas, caparazones de tortuga, troncos ahuecados, y lo más nuevo del mundo sonoro electrónico.
A continuación trascribo un artículo donde comentan sobre otra de sus recientes experiencias.
“¿Cómo se escucharía una sonata de Bach interpretada con chelo, conchas prehispánicas, ocarinas, caracoles y secuencias electrónicas? Parecería como si se juntara el agua con el aceite. Pues esto es lo que harán dos virtuosos de la música en México: Jimena Giménez Cacho y Jorge Reyes, quienes unen su arte sonoro; la primera, con el chelo, y el segundo, con toda la parafernalia tecnoprecolombina, en un performance acústico en el teatro El milagro, en la colonia Juárez.
Giménez Cacho entra a esa alquimia con el experimentador Jorge Reyes para realizar un viaje sonoro que recorrerá música de autores clásicos y propuestas de otros outsiders, como el inventor del Sonido 13, Julián Carrillo. La “sabiduría racional de texturas abstractas y melódicas del violonchelo” con los pretéritos sonidos que maneja Reyes conducirán al respetable por senderos poco escuchados antes. “No son otras versiones de Bach, sino las nuestras”, dice Giménez Cacho.
Replanteamiento
¿Qué tiene que ver el chelo con instrumentos prehispánicos y electrónicos?, se le pregunta a la chelista, quien ha estudiado en México, España, Francia y Alemania, y ha tocado con diversas orquestas sinfónicas y filarmónicas, como la de la Ciudad de México.
“No creo que tengan mucho que ver –reponde–, pero lo que resalta es el encuentro con Jorge Reyes en un momento en que había dejado el chelo guardado en el clóset. Me dijo que estaba loca, que hiciéramos algo juntos y éste es el resultado. Como he estado encerrada en el mundo clásico –en el que la sonata tal se tiene que tocar rigurosamente de determinada forma–, este proyecto es como una ruptura con la que se me abre otra puerta. Luego del trabajo sobre Julián Carrillo (grabó un disco sobre piezas del inventor del Sonido 13) me sentía agotada, fue algo que me hizo replantear la existencia.”
Ahora, continúa, “las sonatas que están en cuartos de tono hacen que se desarticule todo. El diapasón del chelo se convierte en una pista de patinaje; todos los sonidos son bienvenidos. El oído, obligado, se te abre; lo desafinado deja de serlo. Se desintegra todo ese mundo de rigor. Yo me sentía desintegrada y con Jorge y sus caracoles, conchas… veo que ahí está la microtonalidad, y nos unimos, para la libertad de improvisar, recrear”.
Academia y libertad
La creadora afirma que en un concierto de música de academia también “se puede levitar dentro de ese rigor, pero es una libertad muy ceñida. Hay vocaciones para todo; hay gente que levita en un atril de orquesta, y otros en la experimentación. Un concierto de academia tiene que ser ultra perfecto y de cierta manera establecida: el re tiene que estar en las vibraciones justas de la nota que estudiaste, pero en este tipo de proyectos hay mayor libertad y más sorpresas y cada quien tiene su momento y todo su valor”.
Para Jorge Reyes –quien el 8 de agosto partió hacia dos festivales, uno en Marruecos y otro en Irlanda— se trata de experimentación, pero no porque no se sepa adónde ir, sino “porque generalmente cuando dices que haces música experimental es como si no tuvieras idea de lo que estás haciendo. No estamos experimentando porque estemos buscando algo, lo hacemos, pero con nuestras presencias, anímica y sonora. No es que estemos rompiendo estructuras o buscando hilos negros. Rompemos las reglas –las nuestras– para divertirnos. Es una experiencia creativa que propone otras formas de ser creativo”.
Agrega: “Es una irreverencia con nuestras propios propuestas; nos burlamos de nosotros mismos. Estamos sobrepasando nuestros límites.”
Agua y aceite es el nombre de este espectáculo.
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