Los que tenemos alrededor de 40 años o más fuimos testigos de una transición enorme. Todas las canciones que yo bailaba en la época del liceo eran en inglés. Desde el más clásico rock n´roll de los Rolling hasta Kraftwerk. Pero no había nada en español. A mi entender fue muy lenta la incorporación de canciones con letras en español. Pero las cosas toman el tiempo que necesitan o que las circunstancias le permiten.
En general no entendíamos las letras de las canciones que bailábamos. La voz se disfrutaba fácilmente como un instrumento más. Nadie habla de ese aspecto. No es lo mismo dejarte llevar por otro idioma y su entonación, apenas traduciendo la letra, que escuchar una canción en tu lengua natal, entendiendo cada frase y su intención. Esto es solo un factor que repercute en la escucha de canciones en español. Uno se detiene especialmente en la letra, en cada imagen. Algunos letristas poseen la magia, la capacidad de escribir letras balanceadas que además fluyen con la canción. Pero son unos pocos.
Personalmente tengo cierta dificultad en encontrar canciones en español que me gusten. Y sobretodo, en el formato más contemporáneo de la llamada "música electrónica". Me encantan canciones como “Cosas Imposibles” de Cerati o su participación en “Colores Santos” de Melero. También "Hablando a tu corazón" de Charly García y Pedro Aznar. Los considero verdaderos pioneros en varios aspectos, o al menos fueron parte de una necesaria transformación.
Cada canción que nace traza un camino por si mismo, pero también sugiere uno por venir. Es imposible comprobar cuáles son las canciones “causa” y cuáles sus canciones “efecto”. Pero es indudable cuando alguna llega y marca una tendencia. En el cine, perfectamente podemos hablar de The Matrix y todos sus hijuelos. Unos heredan el asombro por los cuerpos que flotan suspendidos y recorridos por múltiples cámaras. Otros se quedan con la gama de colores predominantes en la tonalidad de la película, o el tipo de luz suministrada y sus dosis de brillo y contrastes específicos. Una cosa empuja la otra.
Me gusta observar como los seres humanos vamos necesitando determinadas sonoridades, y parece que entramos en un estilo y lo exploramos al límite hasta aburrirnos y sentirlo agotado. Luego vamos a la conquista de otro. Y quizás retomemos alguno abandonado, así como se han vuelto los pasos sobre los sonidos vintage o la exploración de visionarios tereministas. Hace tiempo que han resucitado los pianos Rhodes o los órganos Hammond. Parece que siempre nos estamos preguntando como reformular algo y a dónde nos lleva.
El tema es amplísimo y podría compararse salvajemente con la forma de cocinar. Si bien hay recetas o formas "clásicas" de preparación, siempre estamos cambiando la forma de combinar los elementos. La manera de presentar las cosas se torna importante.
En la música también hay amores transitorios. Basta con que alguien decida incorporar unos toques de sitar hindú con cajas de ritmo electrónicas, para que toda una generación lo establezca como modus operandi. Cada estilo que nace se transforma en una fuente de información. ¿Acaso no vamos atrás de tal o cual alimento en busca de sus propiedades?
Somos buscadores full time, en todo. Y creo que la búsqueda de fórmulas musicales tiene mucho por andar todavía. Podemos y debemos opinar, buscar qué hay por ahí, conocer qué es lo que estamos mamando a través de nuestros oídos. Pero si las críticas musicales buscan domesticar las diferentes manifestaciones a su capricho, van por el camino equivocado. Una crítica debe estar despojada de la cualidad de mando, y ejercer su verdadera naturaleza: ser testigo.
Hay toneladas de música en el espacio sonoro, hoy más que nunca. Las posibilidades se han multiplicado gracias al avance de la informática, lo cual significa un aumento inimaginable en nuestra libertad creativa.
Una y otra vez quedo parado frente a la misma directiva: explorar.
Sigamos siendo astronautas en nuestros trajes de piel.
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